lunes, 27 de abril de 2009

En mi balcón, melocotón


Aquí, una vez más. Hace mucho que no salía a observar. Mucho ha cambiado. Las hojas amarillentas inundan el suelo, en nuestro otoño barato. En este país jamás se diferencian las estaciones, sólo hace calor o frío. Últimamente, sólo hace frío. Frío en todos lados. Frío en mis manos y en mis pies, frío en el vaso de agua sobre la mesita y frío para la flor que me regalaste, que yace moribunda y chueca en su envase de porcelana. Está triste, igual que el resto de la naturaleza, que sólo puede caer, dejándose llevar por una fuerza mayor. Es igual. No pueden hacer nada al respecto. Va en contra de sus características. Ahora sólo puedo pensar en una pregunta. Una que me parte la cabeza en mil pedazos todos los días, a cada minuto. Una que se incrementa de forma constante y que no permanece quieta, sólo se agranda y se agranda y se agrava. Una que es: ¿y ahora? Ahora no sé. No sé nada. No tengo qué esperar ni quién me espere, porque el tiempo no se va a detener jamás. Sólo pasa, arma y desarma. Y yo inhibida de todo acto o reacción. Intimidada por el futuro y por las expectativas que ya creé. Yo en la nada y alejándome de la solución. ¿Dónde estoy? En el balcón. El eterno, cómodo y lindo balcón. ¿Dónde voy? En eso estoy. ¿A dónde voy a llegar? Espero que a algún lado. Por ahora, me conformo con ver las flores caer. Poco a poco. Una por una.

lunes, 20 de abril de 2009

Me dijo que piense en cosas bonitas...

...e inventé mi parcela de cielo.

Estaba yo dormida en la cama de sábanas blancas y me despierta con un beso. Lo abrazo y cierro los ojos otra vez, pero los abro a los pocos segundos. ¿En qué otra cosa me gustaría pensar? Si ya estoy viviendo en mis propios sueños.

Me levanto y me arreglo el vestidito de dormir, de seda, también blanco. Miro en el gran espejo frente a la cama. Me observo. Luego, termino sonriendo, por primera vez en mucho tiempo. Estaba conforme con lo que veía. Estaba orgullosa de lo que veía. Estaba feliz de lo que veía.

Comienzo a jugar dando vueltas, divirtiéndome mientras el vuelo de mi vestido volaba a mi alrededor. Cuando el mareo me gana, decido tirarme en el suelo, y me doy cuenta que las paredes son muy altas. Y es que en ese lugar no hay límites, no existen los parámetros, todo va por cuenta propia.

De repente me doy cuenta de algo: no sabía dónde estaba. Fui corriendo a la ventana, riéndome, como una niña. La abro y me encuentro con un gran jardín, verde y frondoso, con miles de flores de todos los colores. Después de salir a investigar todo el lugar, no dejaba de sorprenderme. Habían tantas cosas lindas, todas juntas en el mismo lugar.

Me detuve a respirar. Hace mucho que no lo hacía, respirar con detenimiento, aspirar ese aire tan puro. Me tiro en el pasto, con los ojos cerrados, sin dejar de respirar, y se echa a mi costado. Lo miro, me sonríe y toma mi mano. ¿Acaso falta algo?

Claro que falta algo. Falta que se vuelva realidad.

domingo, 19 de abril de 2009

Ni el beneficio de la duda.


No escucho y no digo más. No duermas, despierta, comienza a buscar. No sé buscar. Entonces, no sé encontrar. No sé hablar, entonces no sé sacar. Tampoco sé callar. Tampoco sé saber. Entonces, no sé entender. No sé ignorar. No sé frenar. No sé mirar. Entonces, no sé observar. Tampoco sé escribir. No sé leer. No sé expresar. Entonces, no sé defender. No sé escuchar. No sé tocar. No sé cortar. Entonces, no sé querer. No sé mentir. Tampoco sé reir. No sé llorar. Entonces, no sé vivir. No sé discutir. No sé argumentar. No sé correr. Entonces, no me puedo esconder.
¿Y ahora?