miércoles, 29 de marzo de 2023

Suficiente

Todo este tiempo estuve viendo por la ventana, pensando que ibas a aparecer. Estaba lista para la sorpresa, para la redención. Para las disculpas. 

A mí me gusta esperar, honestamente. Eso creía, hasta que me di cuenta que es encontrar la comodidad en la ansiedad y que no es saludable para mí. ¿Cuál es la diferencia entre "ansias" y "ansiedad"? ¿Las ansias causan la ansiedad? Qué es la ansiedad, es que no entiendo. A mí me pasa que me comienzo a inventar muchas cosas, intentando con todas mis fuerzas hacer que tengan algún sentido lógico en mi cabeza y al mismo tiempo que esté confirme con mis emociones. 

Qué humillante es estar esperando que entres con un girasol y me digas que todo está bien. Que estás mejor y que me quieres contigo. Me avergüenza muchísimo todavía pensar en esa imagen, la misma imagen que ese día en Metro, pero en la vida. No para comprar fideos, sino para armar un proyecto en conjunto. Contigo, junto a ti.

lunes, 20 de marzo de 2023

En mi balcón, luna

¡Cuánto tiempo ha pasado! ¡Cuántas cosas nos han pasado, también! Y como yo, la gran cantidad de veces, pienso en qué escribir, qué decir y en decirlo bonito… Ya no quiero tanta restricción. Quiero dejar de pensar tanto y contar, soltar, algunas frases que se me han pasado por la cabeza. Nonna Iris, te has muerto. A veces me olvido que te moriste, aunque me ponga tu ropa. Pero tengo fotografías mentales que me mueven el corazón. Daniel, ¿tú también te has muerto? Porque de tu muerte sí me acuerdo constantemente, a pesar que no sé si sea una certeza o si es mi imaginación. Al principio no podía escuchar música porque, de pronto, el instrumento más feliz me hacía llorar. Una tarola nunca sonó tan triste. Las verduras se cortan con cuchillos sin filo. La comida la sigo preparando yo, pero sabe más feo. Las plantas se secaron, pero hay rizos en las flores. En sus raíces. Todavía veo tus colores y huelo tus olores. Éramos felices y lo sabíamos. ¡Qué suerte tuvimos de saberlo! Nos quisimos y también lo supimos. Nos extrañamos tan duro que te moriste y yo tuve que aprender a conocer el mundo sin los cafés a las 2 de la mañana. Sin la libertad que me regalaste y que me quitaste cuando me soltaste la mano. Y ahora no hay cortina azul, ni malecón, ni Señorita, ni balcón que me haga sentir como antes. Ni llanto ni dolor ni tristeza ni preocupación. Ni fe. Ni claveles. Ni cielos celestes haciendo que pongas los ojos chinitos y pensar que seguro es por eso que te quiero tanto. Por afilar los cuchillos y calentar la comida en olla. Por bajar la tapa y no dejarme entrar al baño (a veces, aunque yo te quería acompañar). Manejar las ansias de no perderme ni un minuto de ti. Verte poniéndote las medias y pensar que jamás he visto cosa tan hermosa, tan perfecta para mí. Y pensar en qué he hecho bien para merecer tu mano entrelazándose con la mía. He hecho cosas malas, pero seguro varias buenas también. Entendías mis chistes, hasta los crueles (que no se repiten). Y de pronto, te moriste. Y no te puedo velar ni con lentejas porque ahora no saben igual. Ya no me acuerdo cómo se hacían, pero sigo tendiendo la cama. Es una buena forma de comenzar el día. ¿Cómo te trata el más allá? Intento pasar rápido para no verte como un fantasma por la que era nuestra casa. No quiero que me asustes, aunque ya sé que los fantasmas no existen. O eso creía. Ahora los fantasmas cantan y hacen ejercicio. ¿Se habrán olvidado que ya no están en el mismo lugar? ¿Sabes dónde estás? ¿No me habré muerto yo? Por esa necesidad que tengo de recordar las últimas veces, digo. Nuestro último beso, ¿cuándo fue? La última vez que lloré fue hoy y se sintió bastante real, no sé. El agua se siente fría y el kion ácido. El dolor de panza también, pero… De repente el fantasma soy yo. Y ahora puedo pasar más lento en la bicicleta porque soy transparente. De repente los dos nos volvimos fantasmas, aunque uses mi ropa. 

viernes, 17 de marzo de 2023

Entrar en razón

No es necesario despedirse cuando uno se enamora de la persona que va a volver. 

Quiero ponerle tu nombre a cada una de mis canciones, hasta las que todavía no escribo.

Quiero regalarte cada una de mis noches, hasta esas en las que no quiero respirar más.

Disfruto mucho los insomnios contigo. Compartir mis desvelos es de lo más maravilloso. 

Duermo mucho, me dices. Estoy de acuerdo, pienso. Y te digo que no pienso como tú. Yo casi no descanso y descansar contigo es un regalo divino que nunca supe recibir.

Me pongo pijama, me siento en mi cama, cruzo las piernas. Relajo los brazos. Huele a gasolina de 95 y estoy pensando en cual sería la selección apropiada de música. Eso era lo tuyo. La elección, porque la música es lo mío. Es mi cosa. Esperar también es mi cosa, olvidar es la tuya. Hacer como si te olvidaras, corrijo. Olvido a elección, me dices, y yo no tengo nada que aportar. 

Cada vez que sale un pensamiento de mi cabeza se relaciona contigo hasta cuando decido conscientemente que no vas a participar. Que estoy escribiendo en mi libreta cualquiera, con un lapicero sin tapa, rayando, sobre escribiendo, salteándome párrafos. Así pienso, así escribo. Y tú estás en cada palabra y en cada pensamiento, hasta cuando pienso que no quiero pensar en ti. Fracasé.

Es tan hermoso fracasar contigo.

Siento la textura de tu cara en la yema de mis dedos. Veo tus arrugas de alegría (o de póker face). Admiro cada parte de tu cuerpo y de sus cambios y no soy fanática de todos tus gestos. Pero aún así te eligiría mil veces.

Tomemos una cerveza mientras jugamos a la peluquería. Yo puedo hacer como si nada fuese tan relevante y tú puedes seguir pensando que tienes que hacer puntos para mí. Es el status quo que construimos y en el que nos encantamos mutuamente. En el que seguimos luchando por agradarnos y por nuestras respectivas atenciones. 

La mía ya la tienes.

Siempre la tuviste.

Hago como si no te hubiese visto, pero te veo en todas partes. Y me siento con el café cargado en la taza de Jack Skellington y pienso por qué no hay un día en el que no entres mi mente. En pensar qué es lo que hice para fallar tanto. Quizás estaba yendo acierto tras acierto o quizás es tu armadura. Tu cara predeterminada a mi presencia. Las conversaciones aparentemente ligeras donde se dice todo lo que no es importante. Donde nos mostramos nuestros secretos y cuánto nos valoramos. Vida o muerte. Cara o sello. Beso en la boca o en la frente. Personal o impersonal. Vivimos hundidos en estrategias que no nos dejan ser honestos con lo que tenía *te amo* planeado decirte. Quería contarte que *te amo* me pareces un egoísta de mierda. Que *te amo* me molesta que tu forma de solucionar sea desaparecer. No puede ser que tanto *te amo* tiempo nos sea tan indiferente como la cena de hace dos semanas. *Te amo*. Ya no sé qué más necesitas escuchar. O leer.

No quiero un futuro contigo, nuestro pasado es un cimiento que agradezco, pero quiero un presente. Con tus sacos largos y cómodos y tus zapatillas caras. Las piso mientras me invento todo el tiempo que hemos pasado juntos. Quiero hacerte una trenza francesa para pasear por la calle de la mano. Que nos vean y les sonriamos. Yo no cocino pero por ti puedo hacer un esfuerzo. Por ti reduciría mis horas de sueño a horas de compañía. A un vino. A contarte lo que he visto. A qué me cuentes con quien te peleaste *te amo* para hacerte entrar en razón.

Qué difíciles somos. 

La última vez que le regale mi corazón a alguien me dolió tanto que lo agradezco hasta hoy. Y yo no pensaría dos veces en abrirme el esternón y separar mis costillas en dos partes y que lo veas. Que veas como un órgano vital late y hace que giren sentimientos, emociones, impulsos, fotos imaginarias, olores, tus dientes, mis muslos, tu carta, Jackson Pollock, quinua con salmón. Todo en, ¿un segundo? Que veas como todo ese trayecto se repite. Que sepas que puedes hacer con eso lo que quieras y que es tan importante que lo valores de verdad. Que esa ruta repetitiva soy yo. Mi corazón. Lo que me mantiene viva. Soy yo. Frente a ti.

Siento que me voy a ir sin verte y eso me partiría órganos vitales en varias partes para regalárselas a los perros. Los caprichos engordan. Tú me llenas. Me abrazas en los sueños. En cada abrazo que recibo están tus brazos y por eso no ofrezco ninguno. Creo que ya no lo querías más. 

lunes, 25 de enero de 2021

El fondo

El parlante de mi computadora se ha malogrado, pero lo bueno es que me siento mejor. Aunque yo también quería sushi, pero así estoy mejor. Lejos de ti.

Pensé en escribir música y desistí en el momento preciso de hacer mis deseos efectivos. Había dos personas en el mundo que creían fervientemente en mí y una de ellas eras tú. Eras tú.

Días como hoy me hacen pensar cómo una foto puede detonar tanta mierda. Yo estaba bien, asumo que tú también. Y veo sushi. Y veo que la vida sigue. En parte me alegro, porque no te obligo a que se detenga. Qué bueno que la vida siga en medio de una pandemia terrible. Estoy orgullosa porque yo también sigo, con los ojos cerrados y comida recalentada, pero sigo con mucha fe.

Esta es la maldición de ver la parte buena de las cosas. No es una suerte, es un optimismo sin cimientos. Optimismo por supervivencia. Es ver cómo se te acaban los ahorros y pensar que habrán tiempos mejores, que siempre "podría ser peor". El fondo lo conozco así como cada una de las pecas de mis hombros. Es mi refugio. Llego, saludo, me siento, leo un libro, veo hacia arriba con nostalgia. Estoy cómoda en el fondo. Me siento aliviada. De repente, ese es mi lugar. Sentada en un cómodo mueble, con un café caliente, viendo una luz sobre mi cabeza que me da esperanza en que las cosas sólo pueden mejorar. Suspiro. Cruzo las piernas. El café estaba muy caliente.



Páginas en blanco

Me compré lapiceros nuevos y, cuando los quise usar, no sabía qué hacer. ¿Cómo se escribe? ¿Cuál es la danza de los dedos? ¿Cómo es esto del contacto con el papel? Contacto que hemos perdido.

Ahora tengo un montón de lapiceros y no sé para qué. Me puse a hacer un castillo que se cayó mil veces. Mil veces lo volví a construir, yo no me canso. Total, el tiempo me sobra y tampoco quiero estar por allí haciendo cosas peligrosas. Como pensar, por ejemplo. ¿Te acuerdas cuando me querías?

El problema es que no se enganchan unos a otros. Las cartas tampoco, pero pesan menos, de repente por eso es que se mantienen en pie. Esas conversaciones largas en las que tú y yo mirábamos la misma luna en diferentes lugares no me las voy a olvidar nunca. 

De repente son las tapas. Aunque la punta tampoco ayuda. Voy a dibujarlo, mejor. Voy a dibujar un castillo tan grande, tan alto, con tanto detalle como el Castillo de Chapultepec. Hay que caminar, pues, las cosas bonitas necesitan esfuerzo. Este dibujo me va a tomar un montón de tiempo.

¿Cómo estás? Me he olvidado de escribir. En el milésimo intento, me acordé que tampoco sé dibujar. Qué hacemos, es lo que hay. Un montón de lapiceros de colores que ocupan el espacio de tu ausencia. 


lunes, 5 de noviembre de 2018

Siempre escribo y me invento el título después

Me has dado un dolor de estómago. Como punzadas que no se sienten ni de cerca como las mariposas que alguna vez sentí al imaginarte bailando. Flotando en un lugar que no sé cuál es, pero que en otra dimensión tiene todo el sentido del mundo. Ligero, curva aquí, vuelta allá y te convertiste en un espectáculo. Yo te aplaudo de pie haciendo un montón de bulla.
Igual de cuando en cuando tus apariciones me dan ideas para seguir escribiendo. Por un lado, te agradezco porque me mantienes con vida. Con palabras. La muerte es un cambio de estado, nada más. No hay que andar con tanto miedo. Hay que vivir con dignidad, pero uno la va perdiendo cuando va dejando pedacitos de sí mismos en diferentes lugares. Se convierte en una necesidad. En una foto, en una hoja en blanco, en un objeto o en un blog. Es como dejar un poquito de alma. Como tenerle miedo a que nos olviden.
Nosotros nos sabremos muertos cuando nadie recuerde que compartimos el mismo cielo gris. El aire que respiramos ya no será más aire sino más bien polvo de muertos. Los humanos del futuro van a estar respirando muerte y al mismo tiempo cagados de miedo de morirse. Más o menos como ahora, tan despistados como negligentes.
Me gusta la idea de irte marcando el tempo mientras te mueves. De ponerle música a tu danza tan libre. Es hermoso observarte hasta cuando te detienes. Cada segundo constato que tu belleza radica en tu capacidad de ser impredecible. Segundo y medio después, me contamino de duda. Estoy todo el tiempo atenta a tus cambios de tonalidad. Me provocas muchos matices de rojo cuando cierro los ojos. Mis córneas se rinden frente a mi doctorado en invención sin oponer resistencia.
Si tuviera que rebautizarte te nombraría "Alegría De Vivir". Las razones me las reservo. Hoy la luna se escondió casi del todo y yo me perdí en un mar de gente. Muchas personas con máscaras de piel y hueso me quitaron el norte. No reconozco estos pies. Estas yemas de los dedos tienen un código diferente. Sin embargo, conozco este espacio perfectamente.
¡Mis sueños! - gritó "Alegría De Vivir" - ¡cuáles eran mis sueños!.