Tengo fiebre de besos de verdadero amor. Aunque nunca te importó, siempre lo soñé. No me lo diste, pero tampoco te lo pedí. Nunca te pedí nada.
Eres como una sombra. Sombra que abruma, pero de deshace. Sombra atónita y abstracta. Existe y, a la vez, nunca existió. Duele y, en realidad, nunca ocurrió. Como un mago improvisado de trucos baratos. Tu magia no existe.
Me encuentro ahora lejos de tu sabia perversión. Tengo una nueva vida, junto con un nuevo amor. Greta, cortesía tuya, es la razón de mi único agradecimiento. Es pequeña y risueña. Detesto que tenga tus ojos.
Aún escucho la canción. Evetual e insípida, pero persistente, presente. No como tú. Entre estrofa y estrofa te envío un adiós corto y definitivo. Desde hoy no existes. Greta no sabrá de ti. Ni ella ni nadie, porque no lo mereces. Ni a ella ni a mí.
Hasta nunca, como te llames.
Marcia.