lunes, 5 de noviembre de 2018

Siempre escribo y me invento el título después

Me has dado un dolor de estómago. Como punzadas que no se sienten ni de cerca como las mariposas que alguna vez sentí al imaginarte bailando. Flotando en un lugar que no sé cuál es, pero que en otra dimensión tiene todo el sentido del mundo. Ligero, curva aquí, vuelta allá y te convertiste en un espectáculo. Yo te aplaudo de pie haciendo un montón de bulla.
Igual de cuando en cuando tus apariciones me dan ideas para seguir escribiendo. Por un lado, te agradezco porque me mantienes con vida. Con palabras. La muerte es un cambio de estado, nada más. No hay que andar con tanto miedo. Hay que vivir con dignidad, pero uno la va perdiendo cuando va dejando pedacitos de sí mismos en diferentes lugares. Se convierte en una necesidad. En una foto, en una hoja en blanco, en un objeto o en un blog. Es como dejar un poquito de alma. Como tenerle miedo a que nos olviden.
Nosotros nos sabremos muertos cuando nadie recuerde que compartimos el mismo cielo gris. El aire que respiramos ya no será más aire sino más bien polvo de muertos. Los humanos del futuro van a estar respirando muerte y al mismo tiempo cagados de miedo de morirse. Más o menos como ahora, tan despistados como negligentes.
Me gusta la idea de irte marcando el tempo mientras te mueves. De ponerle música a tu danza tan libre. Es hermoso observarte hasta cuando te detienes. Cada segundo constato que tu belleza radica en tu capacidad de ser impredecible. Segundo y medio después, me contamino de duda. Estoy todo el tiempo atenta a tus cambios de tonalidad. Me provocas muchos matices de rojo cuando cierro los ojos. Mis córneas se rinden frente a mi doctorado en invención sin oponer resistencia.
Si tuviera que rebautizarte te nombraría "Alegría De Vivir". Las razones me las reservo. Hoy la luna se escondió casi del todo y yo me perdí en un mar de gente. Muchas personas con máscaras de piel y hueso me quitaron el norte. No reconozco estos pies. Estas yemas de los dedos tienen un código diferente. Sin embargo, conozco este espacio perfectamente.
¡Mis sueños! - gritó "Alegría De Vivir" - ¡cuáles eran mis sueños!.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Yo sólo quería un amor para querer

Estuve pensando que quizás estuve equivocada estos últimos meses. En mis alucinaciones, yo divagaba en respuestas directas. En varias, distintos escenarios, mismos personajes, diferentes conflictos. Tanto tiempo en tinieblas me han hecho entrar en razón. Vi la luz. Quizás no quiero quererte, de repente sólo quiero querer.
Estoy cavando hondo y no sé a dónde me va a llevar. ¿Serán las ganas de querer? ¿Será que sólo necesito un abrazo? ¿Qué pensará mi psicoanalista?
Hoy llegué a mi terapia y mi manifiesto fue "creo que estoy deprimida". Y lloré lo que no había llorado en varios días. Cada vez que pienso, que "me pienso" (aunque es erróneo porque la gente no "se" piensa a sí misma, pero es una metáfora de esas que nadie entiende) diciendo la frase que dije hoy en la mañana, me entran ganas de ponerme a llorar como cuando escucho la canción que me regaló Spotify en el descubrimiento semanal del lunes pasado. Cómo pegué de alaridos hoy en la ducha. Hace tres días que no me bañaba.
Que me abrace el viento. Que la gravedad me proteja. En el nombre del fuego, del agua y del monóxido de carbono. Que alguien me salve de la instantaneidad y de la resolución ínfima, concreta, inmediata, de los problemas. Quiero taparme hasta el cuello aunque haga calor. Quiero sentir el vértigo de la naturaleza. El vértigo de tus latidos cerca a mi corazón. No hay nada más puro que la naturaleza del romance.
Pero qué se yo del amor, si soy un fracaso. Cuando me leí el café me dijeron que la apertura, que la letra A, que el amor ya estaba comprando puchos en la tienda del grifo.
Hoy me levanté bailando flamenco. Hay días que me sorprenden con un disfraz distinto. Abro mi clóset y está lleno de vestuario. ¿Qué queremos ser hoy?
Entonces regreso a mi cama. Bailando ballet. Y me quedo dormida escuchando a Tchaikovsky. Mi compositor favorito. Suena a persona, a carácter, a dulzura.
No me baño hace tres días. La naturaleza.
Un día a la vez.

miércoles, 10 de octubre de 2018

En mi balcón, primavera

Han pasado tres meses desde que no paso por aquí. Qué sorpresa tan agradable.
Me gusta muchísimo escribir. Es una de las cosas por las que mi papá se enorgullece mucho.
Él cree, realmente, que soy una persona bastante inteligente. Él cree, realmente, que soy una mujer con mucho talento.
A veces me sorprende de la verdad que puedo ganar (o de lo bien que se mentir).
Tengo problemas para dormir. Otra vez. Creo que estoy triste y por eso vuelvo.
A veces necesito sentirme triste para darme cuenta cuándo estoy disfrutando del momento. Porque, luego, comienzo a pensar. En mí, en ti, en todos ustedes queriendo verme feliz. Se los agradeceré de por vida.
Me pongo a pensar qué estoy haciendo acá y por qué me encanta hacer el papel de la inteligente o de la bruta.
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Action.
Las ideas se van desperdigando sobre el suelo de una forma casi meticulosa para luego colgarse en un cuadro invaluable. ¿Cómo te habrás sentido, Jackson?
Qué angustia estar parada donde estuvo uno de tus cuadros. Trágica tu muerte, gran legado.
¿Seré así cuando me muera?
Por favor, Diana, de verdad te pido que cierres todas mis redes sociales. Por favor, no era una broma. No quiero llantos, no quiero penas. Acuérdense de mí cuando estaba brillando. Acuérdense de la luz.
Alguien pensará "a Joaquina le hubiera gustado esto" o "Joaquina necesitaba postre" o "Joaquina nunca respondía el celular" o "Joaquina nunca se independizó" o "pobre Joaquina, no lo consiguió" o "Joaquina era bien graciosa" o "Joaquina leía un montón" o "no hablo con Joaquina hace como dos años" o "Joaquina era bien buena". Esas cojudeces con las que uno engrandece a las personas cuando ya no te pueden escuchar.
Una vez me enteré de un tipo que pudo, porque lo consiguió, desaparecer. Un buen día, salió de una pichanga y no lo volvieron a ver. Un pendejo, cómo lo habrá pasado su familia. Un buen día, a este tipo se lo traga la tierra y aparece en Grecia 5 años después, casado, con un hijo. Con otro nombre, trabajando en cualquier cosa. Feliz. Qué pendejo, cómo lo habrá recibido su familia. Yo lo mando a la mierda y después lo abrazo. O al revés. Cuestión es que hago notar mi molestia y luego mi amor.
En la vida real, yo hago notar mi indiferencia, luego hago notar mi amor y luego me trago mi molestia con una cerveza caliente.
Hoy, 10 de octubre, constato que las personas no estamos listas ni para escuchar la verdad ni para generar empatía ni para discutir sobre emociones. Hoy, 10 de octubre, constato que "sentir" no es algo de lo que necesitemos para seguir viviendo.
El bolo alimenticio, en mi caso, se trata de palabras atracadas en un sistema equivocado. La digestión del pensamiento es algo que deberíamos permitirnos hacer todos los días. En vez de eso, espero que sea de madrugada para llorar un poquito. Con justa razón.
Mi casa está llena de flores de varios tipos, que me hacen sonreír en las mañanas. El sol me deja las mejillas rojas, pero cada peca nueva me hace sentir mejor. Un poco de vitamina algo. Las vitaminas están bien.
Vamos a estar bien.


jueves, 19 de julio de 2018

En mi balcón, papel

Hace dos días tuve una pataleta que terminó llenando de palabras una obra de las que se archivan en la carpeta "teatro". No se piensan como montaje porque, bueno, soy yo renegando. Quién pagaría por ver una obra escuchándome renegar.
Ahora me siento peor. Me duele que me mientan y sólo basta prender el televisor. No sé cómo pasó pero terminamos con falsos argumentos clavados en el tuétano. Argumentos ningunos.
Hace tres días me quedé dormida en la lavandería esperando encontrar sueño entre tanta mierda. Me dio migraña y se me contracturó el cuello. Así resulta una de arruinada cuando ves que los cimientos se hacen arena.
La gravedad me hace hundirme en el suelo. Me estoy dejando llevar. Mis oídos están tapados, ya no entra nada más que mis ideas.

Ahora sí quiero salir.

Sáquenme.

Alguien sálveme de las ideas.

martes, 19 de junio de 2018

Había una vez

Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
caminé desde el malecón
me dolían los pies
no eran los zapatos
eran los pasos
era la distancia
las curvas larguísimas
que no acababan
era una cita algo incómoda
pero yo seguía allí
siempre estoy y no sabe
creo importante la cita
te digo un secreto
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
que era interesante
había leído más que yo
conocía más música
y yo lo escuchaba
atónita lo seguía
a no sé dónde
cuánto lo admiré
mucho conocimiento
bastante ignorancia
en las conversaciónes
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
había charcos en la pista
y yo no sabía qué decir
entonces salté y salpiqué
un poco de mi alegría
algo de agua sucia
angustia también
le cayeron gotas a él
no sé por qué te cuento que
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
era guapo y sabía cosas
que yo no sabía
y yo lo veía como loca
lo miraba con atención
me amarré el pelo
me hice una trenza
no sé si se dio cuenta
quería un abrazo
y me quité la casaca
me preguntó si tenía frío
claro, pensé, está lloviendo
no, le dije, tengo calor
ah, ya, responde, sigue
caminando hablando
de cosas que yo no entiendo
que me gustan escuchar
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
porque no se dio cuenta
de nada, ni del clima
ni del cliché ni del hambre
ni del desconcierto ni de mí
le quise decir pero para qué
si al final no quiero rosas
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
que vive en soledad
de espacio y de cariño
cuanto amor le quería dar
qué barrera tan grande
armaduras tan brillantes
limpias pulcras así es
así vive en paz

Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti

porque no eras tú

miércoles, 6 de junio de 2018

Tarjeta de presentación

Quisiera presentarte a Borja. Prestemos atención con que es "alguien", es decir, tiene un nombre, una energía, un pasado y un presente que nunca será futuro. Siempre está, sólo que conoce más que tú, lector, y que yo, escritora. Es alguien que trascendió y que compartió muchísimo.
Borja es como la falta de azúcar, y eso me parece injusto aquí y en la China. Tiene un sabor amargo, un gusto adquirido, como el olor a café por la mañana. Como el segundo, tercer cigarrillo. Esos que generan la adicción. Es un gusto que sabes que en un momento te hizo daño, pero lo quieres tanto, te hizo crecer tanto, aprender tanto. 
Un día lo tomé de las manos y tuve que explicarle. Tuve que decirle todo lo que significaba para mí. El dolor. La angustia. La felicidad. El dolor. La lejanía. El cambio. El dolor. El amor. La culpa. El dolor. Todo eso se lo expliqué, tomándolo de las manos, mirándolo al alma. Asintió con el corazón que palpitaba tan poquito, con mucha determinación. Yo me moría de miedo, pero entendió. 
Le agradecí tanto que me dio dolor de estómago. El estaba bien. Me regaló una rosa naranja y en ese momento supe que teníamos que despedirnos. Era el momento de separarnos y yo no sabía si quería dejar que se vaya. "Quiero que te quedes tanto como quiero que te vayas", le dije. Sonrió. Apretó mis manos muy fuerte, me abrazó y sonrió de nuevo. No me dijo nada, pero enseguida supe que iba a estar para toda la vida. Volteó y se fue caminando al lado contrario, con mucha paciencia, paz, lento, el alma muy abierta y los ojos bien cerrados. Desde la espalda lo sentía sonreír.
La sangre corría por mis manos y las lágrimas por mis mejillas. Ambos líquidos tibios. Ahora sé que cada vez que sienta que me aborda el llanto vas a estar tú, Borja, saliendo de tu escondite para darme calma.
Qué bonito nombre tienes.

martes, 22 de mayo de 2018

En el balcón, cualquiera

Yo pensaba que eras un huevón cualquiera. Luego me di cuenta que albergabas varias caras. Varias almas. Cómo vamos a ser, tú y yo, ser, si no sé con quién estoy hablando. ¿Hay explicación o mejor nos tomamos otra cerveza?
Yo pensaba que eras una persona rara como yo. Gente así no se encuentra en cualquier bodega, no se compra. Porque su trascendencia no tiene precio. ¿Sabes cuánto vales? Yo tampoco. Mucho, seguramente. Toneladas de paltas en containers por exportar. O espárragos. Eso es bastante.
Yo pensaba que tenía a alguien especial al frente, cruzando la calle. La verdad, me acordé de la Madre Toña en el colegio que me decía que para el Santísimo, en el que ya no creo ni en pedo, todos éramos especiales. Entonces dejaste de ser importante y pasaste a ser uno más en búsqueda de su propia identidad. Como yo. Como todos. Eso es más común que la mierda.
Yo pensaba que el amor de mi vida me iba a encontrar. Qué gracioso que me desentendí de todo. "Me iba a encontrar". Mientras, ¿qué? ¿Y mientras qué? ¿Veo tele? ¿Leo algo? ¿Me como un algodón de azúcar? Básicamente, mientras, espero, pues. Qué más iba a hacer.
Al final la huevona cualquiera era yo. Sentada en un balcón que nadie encuentra esperando que alguien me encuentre.

miércoles, 9 de mayo de 2018

En mi balcón, historia

Me encanta fantasear con amores que no existen. No los de novela, para eso prefiero quedarme soltera. Y todo bien. Mi soltería es mi soltería. Ni la tuya, ni la suya, la mía. 
Entre cariño y cariño hay un bache. Un orificio enorme de información perdida por elección. ¿Cómo te llamabas?
No me digas, no me importa. Es decir, sí me importa. Me importa más de lo que piensas. Sólo que este hueco de datos es más rico que tu nombre. ¿Podemos dejarlo así? Prefiero así.
En ese momento comienzo a escribir la novela tuya y mía. Me invento cómo nos conocimos, le agrego un poco de tabasco al asunto, y me imagino cuándo nos vamos a mudar juntos. Yo duermo a la derecha. Y quiero un balcón. Tómalo en cuenta cuando apuntes los números de los "alquilo" en las calles ruidosas. 
Ahora.
No cuando decidas que me quieres, ahora. Ahora de "en este momento", ahora. Ahora de "ahorita", ahora. El diminutivo no lo hace menos importante, corazón. Le pone más cariño, nada más. Más olor a jazmín por las noches.
Lo que más me gusta de ti es tu forma de vestir. Tan importante e insignificante. Tanto que ni me acuerdo cómo te vistes, honestamente. Lo que más me gusta de ti es la manera que tienes para sonreírme sin mirarme. Como si me dejaras pistas para que adivine. Lo que más me gusta de ti es que eres libre, como yo, como debería ser el mundo. Que somos libres juntos. Hoy es lunes y hay que cantar el himno. Mentira. Fumemos un poquito y veamos las noticias, ¿a cuántas habrán violado hoy?
Ya me aburrí. Otra cosa. Otro plan. Caminemos hasta que nos salgan ampollas en los pies. No importa hacia donde, avancemos hasta que no haya calle. Crucemos donde no hay línea de zebra. Cantemos. Hasta el culo, cantemos, cualquier cosa. Lo que quieras.

Y si algún día te acuerdas de mí
recuerda que yo te quise tanto
Y tú sin piedad, te fuiste de mí
Sabiendo que te amaba, me pagaste mal

Ya sabrás que esta es una de mis preferidas. Pegando de alaridos te has enterado, entonces. Bien que te la sabes de memoria. Te toca. Elige tú. Pero decide mientras bailas. Mientras te mueves, comienza.



What I like about you
You really know how to dance
When you go up, down, jump around

Think about true romance, yeah


Bien. No se puede escuchar eso sin sonreír aunque me falte un diente. Ya, a este punto, me vale madre. Qué aullidos. Qué tiene. Qué importa. Seamos libres juntos hasta que dure lo que sea que es esto. Un shot de tequila. Un hit de hierba. Un tequeño con guacamole. Un beso en la barra. 




Mejor

Nos hacemos los ciegos. Tú y yo. Pero hoy me acuerdo desde qué tomaste hasta qué tenías puesto. 
Mentira.
No me acuerdo.
Pero me tocaste la mano.
Eso es suficiente.
Eres suficiente.

miércoles, 2 de mayo de 2018

¿Cuánto falta?

Hoy te vi caminando a varias cuadras de distancia. Estábamos caminando al mismo ritmo e íbamos a cruzarnos en unos minutos. Horas. Días. No vi mi si venían carros. Ni la hora, ni a los lados, ni a mí misma. Caminaba hacia ti y tú caminabas hacia mí.
Pensé tanto.
Tanto.
Lo único que me guiaban eran tus ojos. Tu mirada clavada en la mía me hacían sentir que pisaba nubes sin zapatos. Salió el sol, una luz naranja terrible hacía que te veas mejor que nunca. Te salieron alas. Yo flotaba y tú volabas.
Estamos cada vez más cerca y me pregunto tantas cosas.
Me pregunto.
¿Te abrazo? ¿Por qué me siento tan feliz? ¿Por qué sonríes de vuelta? ¿Por qué me da tanta risa? ¿Me estás mirando a mí? ¿Es por mí? ¿Tienes apuro? ¿Me está bajando la presión? ¿Cuánto va a durar esto? ¿Falta mucho? ¿Cómo va a ser? ¿Vas a seguir sonriendo? ¿Te estás burlando de mí? ¿Me vas a saludar? ¿Tengo ganas de hablarte? ¿Por qué no te mando a la puta mierda? ¿Te mereces estas manos frías en tu cuello? ¿Seguimos libres así?
Mis pies se hunden en la arena y no sé por qué estoy llorando. Tantos kilómetros me están obligando a pensar demasiado. Mi miopía está curada cuando se cruza con tus lentes sin medida.
Sólo me queda clara una cosa.
Quiero darte un beso que dure hasta que nos volvamos a encontrar.

viernes, 6 de abril de 2018

En mi balcón, viajera

Claro, qué tanto puede decir una escritora de medio pelo. Si hasta hoy es difícil leer porque las páginas huelen a café y cigarros. El problema es que no hay historia por mi ceguera autoinflingida.
Qué injusta fui contigo. Qué traviesos fuimos al decidir que no queríamos pensar en las distancias. ¿Cuántas veces crucé la frontera? ¿Te acuerdas? En algún momento dejé de contar.
Una escritora de medio pelo tiene mucho por decir sin encontrar la forma adecuada para hacerlo. Eso la hace una mala escritora, justamente. Cuánto disfrute, cuánta angustia cada vez que bajaba las escaleras y estaba en un nuevo lugar. Y estaba lloviendo y yo con mi maleta en la mano y el pasaporte en el orto para que no me lo roben. "Que te roben todo, pero el pasaporte en el calzón" me dice mi mamá cada vez que no encuentro mi pasaporte, que siempre sé donde está salvo que esté en mi cuarto. Todavía piensa que no puedo cuidar mis cosas. No la culpo. No todas las niñas se olvidan la mochila en el colegio.
En ese momento también era difícil leer, no era interesante. Por el contrario, te hacía aburrida. Sumémosle la música clásica. Más aburrido todavía. Era mejor cuando comenzaba a sacar "El Pirulino" para violín y orquesta. Qué cague de risa. Qué vergüenza. Creo que "Tabaco y Chanel" era peor. Sí, definitivamente de eso no me quiero olvidar nunca por lo horrible que fue en su momento. Qué gracioso como cosas tan inútiles para la vida fueron tan determinantes según el año de nacimiento.
Iba yo de lugar a lugar con un celular sin señal y con el pasaporte en el calzón. Gracias al universo que nunca se me perdió. Gracias al universo que las latas de atún pasaron dentro de la maleta, aunque ni siquiera las comí. Las manzanas chilenas son lo mejor de Chile, lo más barato para un vegetariano y lo que te mantiene con vida sin presupuesto. Me gasté unos varios pesos en un cuarzo rosa para que me de suerte en el amor, que se me cayó al instante. Debe seguir por allá, por la calle Monjitas. En ese momento también era difícil leer, porque tenía que elegir entre comer o comprarme un libro.  Creo que no hay competencia para Violeta Parra.
La lluvia me complica la lectura. Las páginas se mojan y se pegan una con la otra. El olor del libro cambia. Huele a ti. Hueles a lluvia, no me había dado cuenta, no sé si sabes. Fumar y leer bajo la lluvia es una tarea hecha para valientes. Por supuesto que lo conseguí, un resfrío también. Los labios partidos. Un poco de sangre. No me di cuenta y tenía una moneda en la boca, el sabor del metal no tiene comparación. No estoy acostumbrada a tener la piel tan seca por tanto tiempo, más aún si estoy empapada. Qué contradicción tan bonita.
Me di cuenta en todo ese tiempo que el silencio alimenta mi insomnio, y que tu eras puro ruido. Tus gritos me arrullan y tu compañía es lo suficientemente incómoda para sentirme a gusto. Pero qué tanto puede decirte una escritora de medio pelo que no encuentra la posición exacta para leer. Boca abajo me duele el cuello, boca arriba se me adormecen las manos, sentada me muevo cada dos minutos y sobre tu pecho me da calor. No me gusta que me toquen tanto. Cómo va a poder escribir la escritora si lo último que ha leído es su horóscopo (y el tuyo, sólo porque tenía tiempo libre). Quise leer si nuestros signos eran compatibles, pero se colgó la computadora, siempre se cuelga, desde que intenté instalar una actualización de no sé qué para no sé cuántos que seguramente tú sí sabes para qué sirve. Yo lo hice porque ni leí bien qué era. Yo acepto, nomás. Debería emplear más de eso, de aceptar. Aceptarme. Aceptarnos. Ya me olvidé si es con "h" o con "s" o con las dos. No uso mucho esa palabra, me suena rara. Se ve complicada. No me gusta.
Pero qué tanto puede decir una escritora que no lee más que su horóscopo y el tuyo. Algún mail importante, pero casi todos son spam, sumamente impersonales. Parecidos a los horóscopos pero sin referencia a una fecha, siquiera. Qué difícil se me hace leer hasta el correo no deseado.

Cuánta tranquilidad. Cuánto silencio. Qué difícil es la lectura si los libros saben a ti.


lunes, 26 de marzo de 2018

Toc Toc

El aire la movía en una danza interminable. Un vaivén. Solo iba bailando sin ritmo. A veces se quedaba quieta, otras veces la abría un viento fortíssimo. Al final siempre se detenía, perfectamente en el medio, con movimientos casi imperceptibles. Era como si tuviese vida propia. De hecho, la tenía. Se la ganó.
Alguna vez la miré y pensé que había que ponerle algo que la cierre, de una vez por todas. Y cuando estuve a punto de hacerlo, me daba miedo. Se abría un poquito y mi respiración se detenía esperando oír algo. Por última vez, aunque sea. Me temblaban las manos y daba un paso hacia atrás, arrepentida de haber pensado en ponerle fin al movimiento. Qué injusto. A ese ruido tanto armónico como angustiante. A dejar de ver lo que estaba del otro lado.
Hubo muchas veces que fueron la última. Puse el pié para que deje de bailar. Para que deje de señalarme, porque así es mejor. Y de pronto la tranquilidad del silencio también se convirtió en música. Y sentí que del otro lado también disfrutaban de esa canción. Y quitamos los pies al mismo tiempo. Y nos dedicamos a ver el movimiento. Esta coreografía que tanto disfrutábamos que no nos llevaba a ninguna parte. 
No quise mirar, sólo metí los dedos, luego la mano y comencé a acercar mis ojos. Todavía no sabía si me atrevería, pero mis manos se sentían tan bien. Estaban bailando la coreografía del silencio y yo quería ver quién estaba marcando el tempo. Moderato comencé a tomar la decisión. Andante, que quizás estás tomando la decisión incorrecta. Presto, antes que te arrepientas, tus manos sienten el pulso del allegro y no tienes nada que perder. Golpéala. Ábrela. Allegro prestissimo con fuoco, mientras empujaba con todas mis fuerzas.
Y miré.
Rallentando. No había nadie. La música había dejado de sonar, el intérprete había corrido a piacere. Yo tenía tanto que cantar. Entré forte y comencé a retroceder piano, pianíssimo. Morendo terminé en el lugar en el que comencé, mientras la veía cerrarse. 


Y siguió bailando en silencio. Perfectamente en el medio.