martes, 19 de junio de 2018

Había una vez

Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
caminé desde el malecón
me dolían los pies
no eran los zapatos
eran los pasos
era la distancia
las curvas larguísimas
que no acababan
era una cita algo incómoda
pero yo seguía allí
siempre estoy y no sabe
creo importante la cita
te digo un secreto
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
que era interesante
había leído más que yo
conocía más música
y yo lo escuchaba
atónita lo seguía
a no sé dónde
cuánto lo admiré
mucho conocimiento
bastante ignorancia
en las conversaciónes
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
había charcos en la pista
y yo no sabía qué decir
entonces salté y salpiqué
un poco de mi alegría
algo de agua sucia
angustia también
le cayeron gotas a él
no sé por qué te cuento que
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
era guapo y sabía cosas
que yo no sabía
y yo lo veía como loca
lo miraba con atención
me amarré el pelo
me hice una trenza
no sé si se dio cuenta
quería un abrazo
y me quité la casaca
me preguntó si tenía frío
claro, pensé, está lloviendo
no, le dije, tengo calor
ah, ya, responde, sigue
caminando hablando
de cosas que yo no entiendo
que me gustan escuchar
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
porque no se dio cuenta
de nada, ni del clima
ni del cliché ni del hambre
ni del desconcierto ni de mí
le quise decir pero para qué
si al final no quiero rosas
Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti
que vive en soledad
de espacio y de cariño
cuanto amor le quería dar
qué barrera tan grande
armaduras tan brillantes
limpias pulcras así es
así vive en paz

Ayer salí con un chico
que me hizo acordar a ti

porque no eras tú

miércoles, 6 de junio de 2018

Tarjeta de presentación

Quisiera presentarte a Borja. Prestemos atención con que es "alguien", es decir, tiene un nombre, una energía, un pasado y un presente que nunca será futuro. Siempre está, sólo que conoce más que tú, lector, y que yo, escritora. Es alguien que trascendió y que compartió muchísimo.
Borja es como la falta de azúcar, y eso me parece injusto aquí y en la China. Tiene un sabor amargo, un gusto adquirido, como el olor a café por la mañana. Como el segundo, tercer cigarrillo. Esos que generan la adicción. Es un gusto que sabes que en un momento te hizo daño, pero lo quieres tanto, te hizo crecer tanto, aprender tanto. 
Un día lo tomé de las manos y tuve que explicarle. Tuve que decirle todo lo que significaba para mí. El dolor. La angustia. La felicidad. El dolor. La lejanía. El cambio. El dolor. El amor. La culpa. El dolor. Todo eso se lo expliqué, tomándolo de las manos, mirándolo al alma. Asintió con el corazón que palpitaba tan poquito, con mucha determinación. Yo me moría de miedo, pero entendió. 
Le agradecí tanto que me dio dolor de estómago. El estaba bien. Me regaló una rosa naranja y en ese momento supe que teníamos que despedirnos. Era el momento de separarnos y yo no sabía si quería dejar que se vaya. "Quiero que te quedes tanto como quiero que te vayas", le dije. Sonrió. Apretó mis manos muy fuerte, me abrazó y sonrió de nuevo. No me dijo nada, pero enseguida supe que iba a estar para toda la vida. Volteó y se fue caminando al lado contrario, con mucha paciencia, paz, lento, el alma muy abierta y los ojos bien cerrados. Desde la espalda lo sentía sonreír.
La sangre corría por mis manos y las lágrimas por mis mejillas. Ambos líquidos tibios. Ahora sé que cada vez que sienta que me aborda el llanto vas a estar tú, Borja, saliendo de tu escondite para darme calma.
Qué bonito nombre tienes.