lunes, 25 de enero de 2021

El fondo

El parlante de mi computadora se ha malogrado, pero lo bueno es que me siento mejor. Aunque yo también quería sushi, pero así estoy mejor. Lejos de ti.

Pensé en escribir música y desistí en el momento preciso de hacer mis deseos efectivos. Había dos personas en el mundo que creían fervientemente en mí y una de ellas eras tú. Eras tú.

Días como hoy me hacen pensar cómo una foto puede detonar tanta mierda. Yo estaba bien, asumo que tú también. Y veo sushi. Y veo que la vida sigue. En parte me alegro, porque no te obligo a que se detenga. Qué bueno que la vida siga en medio de una pandemia terrible. Estoy orgullosa porque yo también sigo, con los ojos cerrados y comida recalentada, pero sigo con mucha fe.

Esta es la maldición de ver la parte buena de las cosas. No es una suerte, es un optimismo sin cimientos. Optimismo por supervivencia. Es ver cómo se te acaban los ahorros y pensar que habrán tiempos mejores, que siempre "podría ser peor". El fondo lo conozco así como cada una de las pecas de mis hombros. Es mi refugio. Llego, saludo, me siento, leo un libro, veo hacia arriba con nostalgia. Estoy cómoda en el fondo. Me siento aliviada. De repente, ese es mi lugar. Sentada en un cómodo mueble, con un café caliente, viendo una luz sobre mi cabeza que me da esperanza en que las cosas sólo pueden mejorar. Suspiro. Cruzo las piernas. El café estaba muy caliente.



Páginas en blanco

Me compré lapiceros nuevos y, cuando los quise usar, no sabía qué hacer. ¿Cómo se escribe? ¿Cuál es la danza de los dedos? ¿Cómo es esto del contacto con el papel? Contacto que hemos perdido.

Ahora tengo un montón de lapiceros y no sé para qué. Me puse a hacer un castillo que se cayó mil veces. Mil veces lo volví a construir, yo no me canso. Total, el tiempo me sobra y tampoco quiero estar por allí haciendo cosas peligrosas. Como pensar, por ejemplo. ¿Te acuerdas cuando me querías?

El problema es que no se enganchan unos a otros. Las cartas tampoco, pero pesan menos, de repente por eso es que se mantienen en pie. Esas conversaciones largas en las que tú y yo mirábamos la misma luna en diferentes lugares no me las voy a olvidar nunca. 

De repente son las tapas. Aunque la punta tampoco ayuda. Voy a dibujarlo, mejor. Voy a dibujar un castillo tan grande, tan alto, con tanto detalle como el Castillo de Chapultepec. Hay que caminar, pues, las cosas bonitas necesitan esfuerzo. Este dibujo me va a tomar un montón de tiempo.

¿Cómo estás? Me he olvidado de escribir. En el milésimo intento, me acordé que tampoco sé dibujar. Qué hacemos, es lo que hay. Un montón de lapiceros de colores que ocupan el espacio de tu ausencia.