sábado, 27 de diciembre de 2008

La interminable espontánea

- No, Joaquina, no lo hagas mas dificil. En verdad es lo mejor para los dos. Dejemos todo acá y que sea un grato recuerdo, una memoria digna de una risa.

- Otto, por favor. No me hagas esto.

- En serio, Joaquina, es lo mejor, créeme. No es nada fácil para mi, me duele mas de lo que te puedas imaginar.

- No mientas. Sé que no te duele y que nunca me quisiste. Yo no entiendo por qué haces esto.

- ¿En verdad crees eso? ¿En verdad crees que me desviví por ti, porque no te amé en algún momento más que a la propia vida? Lo esperaba de cualquiera menos de ti, María Joaquina Maldonado, y, ¿sabes? Que pienses así hace menos doloroso terminar esto.

- Discrepo contigo en todo sentido. Sé que nunca me quisiste, Otto Alejandro, no sé por qué sigues mintiéndome. ¿Por qué hacer de esta vil mentira algo tan hiriente? Estás siendo muy cuel.

- Te equivocas, María Joaquina. Te quise más de lo que alguna vez alguien fue capaz de querer a otro ser vivo fuera de sí mismo. Te quise más de lo que yo mismo alguna vez, siendo un ignorante infante, pensé que era posible querer a una persona tan diferente, pero a la vez tan igual a mí. Te quise más que a la vvida, al punto de pensar que lo daría todo por verte feliz y, hasta cierto punto, lo hice, pero no puedo más con tu frialdad mortífera. Es porque te quiero tanto que te dejo libre. Porque quiero que seas feliz a tu modo, aunque eso signifique ahogarme en un lago de lágrimas y remordimientos, con tal que tú, María Joaquina Maldonado Carreras, fueras feliz como mereces.

- ¿Y si te digo que soy feliz a tu lado? ¿Y si te digo que no me importa ser libre? No quiero otra felicidad que no sea la que comparto contigo, porque nunca antes he sentido que he querido tanto a alguien como lo siento contigo. Pero tú tomas el camino fácil y terminas con todo fulminantemente sin pensar siquiera en lo que yo quiero, sumido en tu horrible egoísmo, que tanto odio y quiero a la vez.

- Te respondería que nunca he sentido tal felixidad como la que sentía cada mañana, levantándome pensando que eras mía, cada tarde, vacilando si llamarte o no, por no querer aburrirte con mis pesados lamentos cotidianos, para que no te dieras cuenta de lo aburrido y monónoto que era y me dejases así. Y en las noches, cuando me acostaba sola y únicamente pensando en ti y sabiendo que la única idea que me despertaría al día siguiente era la de poder verte, aunque fuera sólo por unos minutos, y así ser feliz el resto del día y vivir con una sonrisa fulminante, hasta la próxima vez que te viera. Pero simplemente no lo ves, María Joaquina. Siempre tú, envuelta en tu egoísmo, tu egocentrísmo, que de alguna forma me envolvió y me hizo hacerte el centro de mi vida, de mi espacio, de mi universo, pero aún así fui feliz. Adorándote. Idolatrándote. Dándote todo lo que alguna vez soñé con tener, con tal de verte feliz aunque sea cinco minutos, ya que después te aburrirías de lo que sea que te regale, y exigirías más, pero no me importaba, porque igual te lo daría. No creas que ahora que no tendré que gastar en ti seré feliz. Probablemente serán los días, semanas, meses e incluso años más penumbrosos que pase antes que me olvide de ti, ya que prefiero no tener nada y tenerte a ti a tenerlo todo excepto al amor de mi vida. Al centro de mi universo. Pero veo que deja de interesarte mi sufrimiento. Así fue desde que empezamos y así te amé, aunque todos me decían que me hacías mal. Aunque estaba cegado por ti, te amé, pero yo dejo de importarte. Me pregunto si alguna vez te importé, aunque sea lo suficiente para que me mirases con aquellos ojos con los que me derretías y me dijeras "yo también te amo" u ocasionalmente un "yo también", pero aquellas malditas palabras nunca salieron de esos labios rosas que me derretían quede vez que me hablabas de cerca, que me pedías algo al oído. Y así es como decido despedirme de ti, no puedo manejar más este dolor, o talvez es que ya no sé cómo contenerlo dentro de mí, coo todos estos meses a tu lado. Te dejo, pero no sin antes decirte que nunca amaré a nadie como te amé a ti y que has sido el motivo por el cual no he acabado con mi vida en varias ocasiones. Y así, te dejo.

jueves, 25 de diciembre de 2008

A ver si puedes


A veces no entiendo el por qué de las cosas. Hoy no puedo dejar de partirme la cabeza intentando encontrarle sentidos a hechos actuales tan confusos, que me llevan a la conclusión de argumentar que los “por qué” no existen. Para comenzar, ¿por qué te fuiste? Todo aquí es un caos. Eras como el capitán de un barco lleno de locos, que lograban entenderse y funcionar en equipo gracias a tus sabias instrucciones. Fuiste el que plantó la palabra “armonía” en nuestra vida, pero luego de tu partida este barco, al parecer, perdió el norte. Es como si nuestra variedad de carácter y personalidades se abstenían de cualquier reacción desfavorable gracias a tu presencia. Y ahora no estás. No vas a regresar a poner orden. Te fuiste para no volver y te llevaste la calma perpetua contigo. Nos dejaste a la deriva, sin parámetros o instrucciones. Ahora es como si la calma jamás se dignara a retornar. Tengo todo tan fuera de mis manos, que termino asustándome aún más. No sé qué hacer, ni en qué puedo ayudar. Es más, siento que mi debilidad ante el desorden sólo empeora las cosas. Espero que donde estés no te lleguen las noticias terrenales. Creo que no harían más que perturbar tu tranquilidad eterna. Aquí todo está peor. Ni siquiera sé si existo. La mesura ha desaparecido, siendo reemplazada por un aura nefasta, aplacada tan sólo por mis lágrimas sigilosas. Dicen que la navidad es de los niños y, entre más crezco y más me alejo de mi niñez, veo los problemas de mi alrededor con mayor detenimiento, con mayor nitidez. No es que nunca hayan estado, es que quizás no les presté atención. Ya no soy una niña. Me estoy dando cuenta de la forma más brusca de todas. A fin de cuentas, la adultez me dio una bofetada fugaz y precisa, que hizo que mis pies y mi mente tocaran el suelo de la, cada vez más ficticia, realidad. Sé cómo me perciben, pero no sé qué errores cometo para que me subordinen de una manera tan agresiva y fulminante. A veces no toman en cuenta el esfuerzo de uno por hacer sentir cómodos a los demás, porque “la gordita” no piensa, ni sabe, ni diente. No me incomodan los papeles secundarios, ni ser un extra, con tal que mi esfuerzo y mis ganas valgan la pena. Definitivamente, no es que este el caso práctico. No sé cómo ayudar, pero sí sé que si me dejan intervenir, ayudaría y me sentiría útil, como pocas veces. No entiendo nada de lo que está pasando. Aunque está frente a mis ojos, me es difícil creerlo. Al menos sobrevivo, aunque dudando de mi existencia y mi utilidad en el mundo. Aún sueño con que algún día generaré ganancias, seré importante, me tomarán en cuenta y se arrepentirán de subestimarme. Y va a pasar en algún futuro lejano, aún permanecen mis esperanzas intactas. Por ahora tengo que ser fuerte y aprender a no rendirme. A no tener el rollo de papel higiénico en la mesa de noche “por si lloro”. Ya no más. Voy a ayudar para poder ayudarme. Voy a salir cantando victoria. Voy a salir cantando contigo.

sábado, 13 de diciembre de 2008

En mi balcón, corazón

Son las cuatro de la mañana. Cómo pasa el tiempo, inexcusable. Cada vez me siento más minúscula. No puedes hacer nada en contra del tiempo, ni de otras tantas cosas, como la que me atormenta esta noche. En fin. Este es el momento en el que uno suspira y recapitula todo lo que ha pasado en el día. Por alguna extraña razón, hoy el tiempo de meditación se está extendiendo un poco más de lo usual. ¿De veras es una extraña razón? Yo creo que es algo evidente. Ahora escucho “Chanson Triste” de Carla Bruni y, aunque no entiendo en lo absoluto lo que dice en francés, la melodía es bastante melancólica. Mejor le creo una letra propia, recordando todo lo que he vivido hoy. Y se torna, por partes, feliz, por otras, un poco menos feliz, pero en este caso el sentimiento que predomina es el de la duda. ¿Duda? Sí, esa misma. Siempre la duda. Siempre Joaquina en la misma disyuntiva. Aunque esta vez pareció algo diferente. Esta vez quizás sí tenga sustento. Quizás esta vez no me esté equivocando. Esa mirada perdida y esa sonrisa de pelotuda no se crea de la nada, Joaquina, me digo a mí misma. Pero, ¿cuántas veces ya ha pasado? Creo que llegué tarde a la repartición de “intuición femenina”, ahora no sé si lo que pienso es cierto o aún permanezco en mis fantasías rutinarias. De lo que sí puedo estar segura es de lo que yo siento, y eso no me lo quitas tú, ni me lo quita nadie. De veras que es bonito, constituyes un nuevo capítulo, pero creo que me dejas con las palabras en la boca. Podría apostar a que te pasa lo mismo. Haz algo para dejarme sin excusas. Déjame sin palabras. Llévatelas, quizás las necesitas más que yo. A mí sólo me cuesta más y más tenerlas aquí guardadas, acumulándose poco a poco, conforme pasa el tiempo. Otra vez el tiempo. Me voy a dormir.

jueves, 11 de diciembre de 2008

La noche y los martillos


Estaban en la torre, otra vez. Manuela se veía atrapada en un nudo irremediable, en un apagón total, a pesar de que eran tan sólo las seis de la tarde. Empezaba a obscurecer, tarde o temprano llegaría. Ella lo sabía. Ella llegaría y Manuela aún no tenía algún plan decente. Petunia dormía plácidamente en su regazo, con sus trenzas de ensueño siempre perfectas. Si supieras, Petunia, pensaba Manuela. Si supieras que ya viene y nosotras no tenemos salida. Ya no se podía hacer nada, no había remedio. Sólo esperar que todo suceda como estaba predicho.

Manuela se rehusa a sentarse a esperar su sentencia. Tenía que hacer algo, al menos intentarlo. Ya eran casi las siete de la noche y aún así quedaba un ligero resplandor del sol de verano, que anunciaría una tarde amena en cualquier contexto, menos en este. Manuela empieza a sudar. Ya eran casi las siete. Ella llegaba a las siete. Ya no siento mi corazón, piensa Manuela, también se lo ha llevado. Suena un chirrido en el piso de abajo. Alguien ha abierto la puerta principal de la torre este. Era ella. Ya llegó. Tic tac, se te acabó el tiempo, Manuela, y aún no tienes ningún plan.

Despierta a Petunia de un golpazo y esta se levanta asustada.


- ¿Qué pasa, mami?


- Guarda silencio y sígueme.


La toma por la muñeca y la jala como si fuera una muñeca de trapo. La desesperación empieza a correr por sus venas. Ella estaba cerca. Podía sentir sus zancadas de gigante tan sólo detrás de sus pasos confusos. Cada vez la sentía más y más cerca. Qué hago ahora, piensa Manuela, qué hago. La mujer ogro venía y ella sólo corría hasta llegar a su fin. Manuela sólo estaba demorando más lo irremediable.

Así llegaron a la parte de las "escaleras de las mil puertas". Como su nombre lo dice, consistía en el lugar donde se subía hasta más no poder, lleno de puertas y llaves diferentes. Un infierno. Jamás alguien había llegado tan alto.


- Sube.


- ¿Qué?


- Sube, Petunia.


- Pero madre, ¿por qué tanta prisa?


- Ella está aquí. Corre.


Manuela emprendió el camino hacia su destino ya establecido con anterioridad. En su desesperación, no había tenido mejor idea que subir por las interminables escaleras. Quizás podía cerrar una de las trancas de las miles de puertas que tenía que cruzar antes de llegar a la parte más alta. Era sólo para ganar tiempo, mientras se le ocurría cualquier plan. Lo que sea. Grave error, Manuela. Las zancadas están cada vez más cerca.

Empujó a Petunia y la puso a correr delante suyo. Así podía empujarla y hacer que vaya más rápido. Cada vez que cruzaban una puerta, Manuela se quedaba poniéndole el cerrojo mientras que Petunia, que corría más lento, iba avanzando hacia la siguiente. Así de forma sucesiva. En algún momento ella tendía que desistir por tantas puertas que tendría que martillar para romper y llegar a alcanzarlas. Manuela sabía que todo esto era un chiste, sabía que ella con un par de martillazos hacía la puerta pedazos. Ella no era una persona normal. Era un monstruo.

Tantas llaves, tantas puertas, Manuela se demoraba. Sentía que sus pies ya no respondían y que Petunia estaba cansada. La pobre no sabía por qué estaban corriendo tan desbaratadamente. Si supiera, quizás correría más rápido. Mejor que no lo sepas, hija, pensó Manuela. Mejor que no lo sepas. Las zancadas ya están a tan sólo un piso de distancia y las dos ya estaban a un piso de llegar al punto máximo de altura de la torre este.


- Petunia, corre más rápido.


- Ya no puedo. No puedo respirar.


- Corre. ¡Corre lo más rápido que puedas, por favor!


Y de esa manera llegaron a la azotea. Ya no podían escapar. Estaban perdidas y ella ya había martillado la puerta. Estaba justo al frente de ellas. Manuela no la recordaba tan grande y aterradora. Estaba vestida de negro, como de costumbre, con una especie de casco que sólo dejaba ver sus penetrantes ojos pardos. Pura maldad. Evidentemente, en sus gigantes manos blancas llevaba el martillo más intimidante que pudiera imaginarse cualquiera en la peor de las pesadillas. Pero esto no era un sueño. Era totalmente real.

Manuela tomó a Petunia en sus brazos, tan fuerte que hasta le hacía daño, en su afán de protegerla. Iba retrocediendo poco a poco, como si quisiera retrasar aún más lo que le estaba reparando el destino que ella misma había creado. La mujer mastodonte se iba acercando de a pocos, sin prisa. Sabía que tarde o temprano Manuela tendría que desistir. Las dos lo sabían.


- Por favor, no tiene nada que ver en esto.


- Tú sabes lo que hiciste. Tienes que pagármelo.


- Por favor, yo sé que detrás de esa máscara tienes corazón. No lo hagas. No tiene nada que ver. ¡No la metas en esto!


- Sabes lo que me corresponde hacer.


- ¡ES SÓLO UNA NIÑA! ¡Ten piedad!


- No lo hagas más difícil.


- ¡NO, POR FAVOR! ¡DEVUÉLVEMELA! ¡NO HAGAS ESTO!


Muy tarde, Manuela, muy tarde. La niña ya estaba en sus manos. Se la arrebató sin piedad. Manuela lloraba su alma, mientras veía a su hija ser arrastrada por este ser malévolo, con el martillo entre sus manos. Sentó a Petunia y, con toda la fuerza que la caracterizaba, le dio un martillazo fulminante en la cabeza. Petunia cayó al suelo y permaneció inmóvil, dejando todo su entorno con un pequeño hilo escarlata que iba coloreando el piso gris.

Manuela corrió a ver a su hija. Definitivamente estaba muerta, aunque siempre con las trenzas perfectas, a pesar de que su cabeza estaba partida por la mitad. ¿Cómo puede ser alguien tan perversa?, pensaba. Sentía que las lágrimas brotaban brutalmente de sus ojos, que la rabia no dejaba de carcomer sus pensamientos. No toleraba más la situación. Su hija estaba muerta. Muerta por su culpa y la de ella.

De pronto, toda esa furia contraída fue el impulso inevitable. Volteó y vio que la mastodonte se alejaba, como si nada hubiese ocurrido. ¿Cómo si nada?, ya verás de lo que soy capaz, pensó. Cogió el cuerpo de su hija por las trenzas y la arrastró hasta estar exactamente detrás de ella. Con todas las fuerzas y la rabia que le quedaban, levantó el cuerpo de Petunia y golpeó en la cabeza de la mujer mastodonte. Esta cayó abrumadoramente e hizo temblar los simientos de la torre cuando tocó el suelo. Manuela miraba el acto sorprendida. Había vengado la muerte de su hija usándola como arma contra la asesina.

Con las manos llenas de sangre y la mente llena de un dolor nefasto e ineludible, Manuela da la vuelta y siente la brisa del verano. La vista era preciosa. Habían muchas estrellas y el firmamento se coronaba con una luna llena espléndida, pero a la vez muy triste. ¿Qué había hecho? Se dio cuenta que en esa azotea habían tres muertas, sólo que una seguía respirando.

Te voy a alcanzar, luna, para que me lleves de regreso con mi hija, grita Manuela. Retrocede y empieza a correr hacia la luna, hasta llegar al borde de la torre. Y salta. Salta con la mano extendida, como queriendo tocarla. Y empieza a caer bien en alto.

jueves, 4 de diciembre de 2008

En mi balcón, tigresa

Hoy es un día más o, ¿acaso uno menos? Interesante teoría. Uno más para la vida y a la vez uno menos para la cuenta regresiva. Cada vez estás más cerca. Vas a llegar irremediablemente, como un golpe en la sien. No quiero que llegues. No todavía. Y siguen pasando los minutos, no se detiene la perversa cuenta. Qué insoportable. ¿Es que acaso jamás te vas a detener? Existen ocasiones en las cuales “la espera” es encantadora. Te ilusionas y te desmoronas ante las míseras probabilidades de que pase lo que imaginan tus más inocentes utopías, esas en las cuales piensas antes de dormir y que hacen que aplastes la cara en la almohada, abrazándola nerviosamente, con una sonrisita pícara. Nada de tonterías. Ya sabes lo que pasa cuando confías tanto en tus fantasías. Es hiriente saber que lo que esperas que pase definitivamente no va a pasar, y que lo que no quieres que llegue eventualmente ocurrirá. Sería extraordinario que fuera al revés. Cambiaría mi perspectiva de vida y mi ya antes mencionada “teoría fatalista”. Me gusta esperar. Me encanta estar entusiasmada. Me encanta desilusionarme y me encanta que me hieran. Soy soñadora, no tengo remedio. No puedo pensar sin irme por las nubes con ponies de colores, flores por todas partes, chocolates y un arco iris. La teoría fatalista me ayuda a no hundirme en tantos colores, la vida no es policromática en la mayoría de casos. Por ahora disfruto de la vista y del viento cálido de verano, mientras que observo el atardecer con detenimiento. Es un día hermoso, de los pocos. Hace frío y la madera cruje, pero siento que podría quedarme allí para siempre. La flor que me regalaste sigue en pie, permanentemente en la mesita donde la colocaste. Todo es tan perfecto. El sofá blanco con flores rosadas, las barandas de madera, la mesita barroca, los cuentos de Edgar Allan Poe, heredados del nonno, a medio leer y la flor amarilla inerte. Siento que tu voz me llama entre las brisas, mientras que también puedo olerte entre las sombras de la noche, que ya se avecina. Da igual. Sigue la cuenta regresiva y el aumento del tiempo. Sigue acercándose el día. Sigo soñando tonterías. Y, sobre todo, sigo esperando tu venida.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Una flor y un chocolate

Hoy camino y es diferente
Porque las estrellas me acompañan
Pido un deseo de vez en cuando
Mientras corro por la autopista
Dejando atrás la urbanidad
Asustada

Hoy aprecié la puesta de sol
Eso anuncia un verano de aquellos
De los que se quedan marcados
Brisa del mar impregnada en mis manos
Ilusiones que crecen y desaparecen
Soñadora

Verano irritante, ¿qué esperas de mí?
No soy un número ni un ser inanimado
Juegas y juegas y yo siempre a un lado
Viento en mi cuerpo, arena en mis zapatos
No me provocas más que lágrimas fúnebres
Ilusa

Con las princesas no se juega
Yo no soy una de ellas
Pero creo en el príncipe
De los cuentos de hadas
Que llega y me rescata
Espera

Ya son varios días, estrella
Mi sueño aún no se cumple
Pero admiro tu compañía
Siembre brillante y amarilla
Contrastas con lo negro de las pesadillas
Fiel

Tengo miedo y ganas simultáneamente
Quiero cerrar mis ojos y despertar sonriente
Un anhelo e invasión que me aplasta
Cuando quiero conciliar el sueño
En una oscuridad que no basta
Fantasma

Voy camino a mi recinto
Donde espero pacientemente
Un día se cumplirá mi deseo
Encontraré en mi ventana una flor y un chocolate
Y un beso de por medio
Abstracta

Me gustaría no llegar jamás
Que nada acabe nunca
La infinidad es, para mí, necesaria
Yo espero entusiasmada
Sin tener que esperar nada
Sola

Ven, inmune, cubre mi cara
No me veas nunca así
Con ojos marrones
Sin nada que decir
Mordiéndome los labios
Muda

Y es que soy sólo una sola y triste fantasma
Que anda de errante, perdida y asustada
Soñadora como todas, ilusa como ninguna
Con mirada abstracta y sonrisa muda
Fiel a su estrella y al deseo que no se cumple
Espera inerte ser feliz para siempre

viernes, 21 de noviembre de 2008

Sin título IV

¿Por qué a mí? Frase típica. Abunda en mi cerebro por millones de razones. Ahora no puedo dormir, ni hablar, ni siquiera llorar. Sólo lo pienso y me dan arcadas de los nervios. ¿Cómo pudo pasar? Si lo pintaste todo como una maravilla. Si pretendías ser una maravilla. Y lo peor es que yo lo asumí como tal. Mis manos tiemblan y aún no comprendo por qué. No sé qué hacer para que mi corazón deje de latir tan aprisa. Ya no tengo fuerzas para pensar en qué pensar, porque no tengo ganas de caer en el mismo círculo nuevamente. Lo que jamás entenderé es por qué siempre tengo que ser yo la víctima. Quizás, al fin y al cabo, son ideas mías. Quizás en el fondo me gusta ser la víctima, llegando a autoflagelarme por hechos que no son tan relevantes, pero que a mí me parten el alma. No es por lo que acaba de pasar, es por las consecuencias. Es porque a veces pienso que no tengo a quién querer y, aún peor, no tengo quién me quiera. No voy a obligar a nadie a generar sentimientos de donde no existen. Borrón y cuenta nueva, aunque creo que no sé contar.

martes, 28 de octubre de 2008

Sin título III


Triste triste triste

ya no no no no no

pinta


Voy a pintar un arco iris de colores, que termine con lo monocromático de esta vida.


Colores colores colores

pinta pinta pinta

recuerda


Yo duermo y confundo mis sueños con la realidad. Los colores del arco iris con el gris eterno.


Cuándo cuándo cuándo

miedo miedo miedo

mentira


Los colores son mentira y el gris también. Todo fue un sueño y ya desperté.

lunes, 27 de octubre de 2008

Inventora

Cuando llegaste me dijiste algo al oído
que imaginé
que callé
y me enredé

Cuando tengo miedo no puedo mirarte
porque caigo
y caigo
y siento

Cuando estoy triste me escondo tras los árboles
con frío
sin medias
contigo

Cuando estoy cansada no duermo
porque sueño
y lloro
no es mío

Cuando escucho, ya no atiendo
por necia
por miedo
al olvido

Cuando siento que te quiero, ya no quiero
porque no piensas
porque te abrazo
y yo sí te siento

Cuando lo recuerdo todo, paso a paso
lo medito
fue un mito
te he inventado

miércoles, 22 de octubre de 2008

Muñequita de porcelana


Blanca y tersa como la nieve. Ojos marrones inertes y una sonrisa que dice mucho y nada a la vez. La muñequita de porcelana observa todo, siempre quieta, desde el lugar donde la colocaron, para adornar el ambiente. Sí, es un adorno. A veces le hablan, pero sólo cuando no hay nadie más alrededor. Sólo cuando no queda persona que pueda responder, porque la muñequita de porcelana es la única que siempre te da la razón, con su sonrisita inocente, que asiente todo lo que se le reclame. La muñequita de porcelana también escucha. Las palabras fuertes hacen que su pequeño corazón de cerámica tiemble y se quiebre de a poquitos. Afortunadamente, su corazoncito está muy por debajo de todo ese ropaje, ese cuerpo, esos ojos inertes y esa sonrisa inocente. No puede hacer nada para remediarlo, ya que la muñequita de porcelana no puede hablar. Tampoco puede llorar. Sólo puede observar, permitiéndose libremente irse degradando de a pocos. Nadie se percata de lo que le sucede, porque su corazón está escondido adrede. La historia sería diferente si se dieran cuenta que está rota. La echarían al tacho y comprarían otra. La muñequita de porcelana teme que eso pase, aunque ve este hecho cada vez más cercano. Su cabello, así como sus pómulos y su vestido comienzan a llenarse de un polvo extraño y gris. La gente ya no se detiene a observar su belleza, sino a lamentarse por su deterioro. La muñequita de porcelana comienza a ser olvidada, y con ella todos sus recuerdos y sus historias y sus ojos inertes y su sonrisa inocente. Ya nada es igual que antes. Ya no es tan bella como antes. Ya no es tan fácil como antes. A la muñequita de porcelana se le rompió el corazón.

martes, 21 de octubre de 2008

Ella

Pobrecita. Todos piensan igual, algo le ha pasado. Pobrecita, ella. ¿Qué tendrá? ¿Qué le ocurrirá? Está nerviosa. Está cansada. Está débil. Está sola. Por lo menos es eso lo que ella debe sentir. Sólo se gana la lástima de sus amigos y de sus seres cercanos. Lástima infame.

Llora por dentro y sonríe por fuera. La lluvia interminable no deja de hostigarla y ahogarla de a pocos. Pero ella tiene un problema. No quiere que esto se refleje en el espejo de la realidad que la golpea sin piedad. No quiere.

Se miente y se esconde. Se irrita y se hiere. Llora y no sabe la razón explícita de su dolor, mientras que fuera de su mundo no tiene lugar donde establecerse.

A base de Prozac y de lágrimas se construye su frágil mundo de ilusiones ficticias, que en cualquier momento puede desplomarse y llevarse consigo a otros, arrastrándolos con sus lamentos eventuales.

Se derrumban recuerdos, personas, alegrías y penas, dando lugar a un espectro frío de cemento que no tiene nada vivo dentro. Así son los derrumbes, y así se siente ella. Impotente y triste.

jueves, 16 de octubre de 2008

Reasons - Ryan Cabrera

Well if you ever become one of them
Listen up real closely
Cause I won't tell you again, boy
And even though
I know the bad times never hurt you
A run in with the wrong crowd
Can never, you never hurt
If you believe in yourself now sometimes
Then I'll believe in you

That there's reasons darling you'll never know
And I can't even start to explain how they go
Yah there's reasons I'm asking you now to hold on
Yeah and don't you leave me alone in this life
Yeah, in this life

Hey, I see what you're doing now
I've seen a lot of things but never quite like that
Because before long I'm gone and I'm not coming back
And once I leave you know that I am never yeah, never
Coming back to this place in my life
Cause I'm all that you have

But That there's reasons darling you'll never know
And I can't even start to explain how they go
Yah there's reasons I'm asking you now to hold on
Yah and don't you leave me alone in this life

If you believe in your self now sometimes
Then I'll believe in you
But That there's reasons darling you'll never know
And I can't even start to explain how they go
Yah there's reasons I'm asking you now to hold on
Yah and don't you leave me alone in this life
Leave me alone in this life

----------------------------------------------

A veces las canciones pueden decir mucho. A veces, también dicen muchas pavadas. Esta canción tiene ambas cosas, sin embargo es muy bonita. La recomiendo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

El señor de los cuentos

Estaba Joaquina estudiando fervientemente para su parcial de Introducción a la Historia en la cafetería de Letras. Lucía estaba estudiando con ella también. Hicieron una línea del tiempo y luego se aprendieron toda la Revolución Rusa de memoria. Joaquina ama la Segunda Guerra Mundial, pero la Revolución Rusa es un estrés más. No sirve y no le importa.
En fin. Decide darse un descanzo. Sale y se encuentra con Mariana (mejor conocida como Gusanito y derivados) y con unos amiguines más. Son bien amenos, todos. Estaban conversando felices y en eso Mariana codea a Joaquina y le dice "mira, un señor de cuentos!". Tenía toda la razón. Joaquina volteó atónita, esperando ver al ser más cuentero (perteneciente a cuento, cabe resaltar) de todo el mundo. Bueno, quizás sólo de toda la universidad. Fue increíble.
Un señor bajito, como apretado, con un terno aguamarina que le quedaba muy grande pasaba justo al frente de ellas. Tenía el torso muy ancho y la espalda muy grande, quizás por el efecto de los "panqueques" que contiene el terno, y las piernas muy pequeñas. Era perfecto para un cualquier historia. Las dos soltaron un gritito de ternura, porque las dos querían escribir un cuento con el señor de los cuentos.
En eso, pasó algo más impresionante aún. Entraba por la puerta de Estudios Generales Letras un señor aún más raro que el anterior. Esta vez, no era cuentero. A Joaquina le hacía recordar a una araña. Una de esas que tienen el cuerpo chiquitito y las piernas larguísimas y flacas. Así era el señor nuevo. Era alto, con las piernas extremadamente largas y un torso que poco tenía que ver con el resto de su cuerpo.
Qué maravilla estos cambios del cuerpo humano, piensa Joaquina, si prestas atención puedes encontrar siempre algo nuevo.

Vamos, Perú


Qué estrés, cholo, qué estres. Señoras y señores, acabamos de perder (otra vez) contra Paraguay. Rumbo a Sudáfrica 2010? No será rumbo a Neptuno 8402? Aunque fácil los bichitos microscópicos que allí habitan juegan más fútbol que nosotros. No entiendo por qué nos gusta tanto el fútbol (digo "nos" porque solía gustarme, ya no) si no tenemos nada que celebrar. Le conté sobre esta última derrota a una amiga colombiana, que me dijo "lo siento". No, en realidad no lo sientes. Ni siquiera yo lo siento. No siento hace mucho tiempo. Aunque de hecho que algún cojudito ha llorado por eso, pero en fin. Eso es de "perdedores".


Qué churro es Kaká.

domingo, 12 de octubre de 2008

Sin título II

Ya viene y yo no existo. Tanta agonía para llegar al olvido. Ese es el problema de crear un camino sin preocuparse del final, del abismo que permanece quieto, esperando alguna gloriosa caída. Nunca esperé caer. Nunca pensé caer. ¿Pensaste lo mismo? En algún momento, quizás, cuando salía el sol por las mañanas y las estrellas brillaban sin cesar. Ahora no es igual. Se ha obscurecido todo y el brillante firmamento se ha ido. Me dejaste deshojando margaritas sin piedad, pasando indiferente, sin inmutarte en preguntar. No esperé que terminara así, como un consorcio ilícito que pretende esfumarse para no regresar jamás. Un acuerdo no arreglado que permanecerá para siempre. Una solución impermeable a nuevos intentos o nuevas salidas. Una solución que no soluciona nada. Así seguirá hasta que todo pase, hasta que las aguas se calmen, aunque la tormenta persista. Me dijiste que fuera egoísta, pero no me sirve de nada. No siento que tengo que ser fuerte, ni mucho menos pensar en mí misma. No me importa si el mundo se para un instante tan sólo para ver cómo caigo lentamente en ese abismo interminable. Entre más pasa el tiempo, espero con mayor entusiasmo que llegue al suelo, desplomarme de una vez por todas. Terminar con esta incertidumbre que carcome mis entrañas y mi mente y que no me deja mirar hacia delante, por seguir con esta inmunda conciencia y esta indecorosa petición. ¿Dónde quedó mi orgullo? Ahora me doy cuenta que ni yo misma me conozco del todo. No me conozco y no me conoces, en eso sí estamos de acuerdo. Mis pensamientos y sueños me despiertan por las noches sin lugar a reclamo, no me dejan tranquila. Tú eres parte de ellos, estás en la misma categoría. Todos se equivocan, pero pocos lo enmiendan. Yo quiero remediar lo ocurrido, pero este contrato se firma de a dos. Y parece que aquí la única con disposición de hacerlo soy yo. La misma ilusa de siempre.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Mentira




Me miras diferente, pero a la vez igual.
Me dices una verdad que, al parecer, no es verdad.
Me creas ilusiones sin ponerte en mi lugar.
Me tomas de la mano, nada marcha mal.

Te crees dueño del mundo, no te falta nada.
Te imagino como un nudo atorado en mi garganta.
Te dejas caer entre nubes de faltas organizadas.
Te sientes importante y das falsas miradas.

Nos dimos un tiempo y pareció no funcionar.
Nos tenemos que decir que esto no da para más.
Nos vamos internando en un duelo sin final.
Nos caemos en un hoyo que parece no acabar.

Y el único culpable es tu ego sin igual.

miércoles, 20 de agosto de 2008

La canción del invierno

Oh no- here comes that sun again.
And (that) means another day without you my friend.
And it hurts me to look into the mirror at myself.
And it hurts even more to have to be with somebody else.

And it's so hard to do and so easy to say.
But sometimes - sometimes,
you just have to walk away - walk away.

With so many people to love in my life, why do I worry about one?
But you put the happy in my ness, you put the good times into my fun.

And it's so hard to do and so easy to say.
But sometimes - sometimes,
you just have to walk away - walk away and head for the door.

We've tried the goodbye so many days.
We walk in the same direction so that we could never stray.
They say if you love somebody than you have got to set them free,
but I would rather be locked to you than live in this pain and misery.
They say time will make all this go away,
but it's time that has taken my tomorrows and turned them into yesterdays.
And once again that rising sun is droppin' on down
And once again, you my friend, are nowhere to be found.

And it's so hard to do and so easy to say.
But sometimes, sometimes you just have to walk away,
walk away and head for the door.
You just walk away - walk away - walk away.
You just walk away, walk on, turn and head for the door.


Walk away - Ben Harper

miércoles, 13 de agosto de 2008

Trabalenguas II

Tú crees sentir algo que siento, pero la verdad es que lo que sientes que siento no es lo que en realidad siento. No siento lo que sientes, ni lo que crees que siento. Creo sentir lo mismo, pero a la vez distinto. Lo que sientes, pero de una manera diferente, con propósitos diferentes, algo sin sentido. A veces siento que lo que crees sentir no es algo alusivo a lo que dices sentir, sin sentimientos diferentes que, siento, debes aprender a diferenciar. Por ahora, sientes lo que sientas, lo que siento por ti no va a cambiar de rumbo. Quizás puedas seguir sintiendo lo mismo, con un enfoque diferente, pero siento que la reciprocidad no es algo que se sienta en esta situación. De veras, lo siento.

martes, 12 de agosto de 2008

Sin título


¿Qué se siente tener el cielo a tus pies y no poder volar? Sentir la brisa, el rocío más fresco rodar indemne por el semblante y hallarse en un mundo paradisíaco, aunque sea tan sólo por un instante. ¿De qué sirve tener toda esa maravilla sin que tus manos la puedan alcanzar del todo? Se va dando, acontece de poco en poco, irremediable y fulminante, alertando todo sentido descubierto y por descubrir. Tanto pasa alrededor, inconsciente y desapercibido. Basta que un acontecimiento inesperado se dé para propagar toda clase de emociones, pensamientos y sentimientos que, quizás en algún momento, fueron creados para luego ser empolvados por el tiempo, este último siempre con sus malas pasadas e imprevistas travesuras. Ese olor rancio que a veces desprendías es tan común en todas partes, que me deja pensando en interminables ilusiones, dejando volar mi imaginación, me ha hecho llegar a una conclusión explícita, gracias también a la experiencia: si lo pienso, no va a ocurrir. Por esta razón cierro mi mente cuando desea crear momentos placenteros, borrándolos de inmediato y reemplazándolos por un pesimismo letal, el cual deja mis expectativas por los suelos. Afortunadamente, esta receta que aparenta ser exacerbada, hace que las cosas siempre salgan mejor de lo que me esperaba. Siempre. Ahora sólo queda redimirme en mi actual teoría, esperando siempre lo peor, para no salir lastimada de algo que parece, pero no.

domingo, 27 de julio de 2008

Duerme duerme

Cuando no tengas sueño y de veras quieras dormir, puedes hacer lo que te enseño, te vas a morir.
Coge medio tomate y cuélalo con agua bien caliente, aunque no sea exquisito, es una muestra para gente de buen diente.
Una vez colado el juguito, échale leche, pero sólo un poquito. Esto ayuda a la digestión y a que el paciente goce de buen humor.
Después de haberlo mezclado fervientemente, aconsejo ponerle unas ramitas de laurel, para darle buen olor y hacerlo más eficiente.
Poner la mezcla en una olla para hervirla por unos cinco minutos o, por lo menos, hasta que los laureles se hagan diminutos.
Aquí viene la parte de mayor importancia. Sacar el ungüento de la y arrojarla en el lavadero con profunda vehemencia. Nadie podría tomar cosa como esa, así sea de la realeza.
Le puedo asegurar que se entretuvo por algún tiempo y que ahora el sueño lo está venciendo.

A dormir se ha dicho, como dijo un bicho.

martes, 15 de julio de 2008

Ausente

Con exceso de equipaje
Me voy para no volver
No pienses en esperarme
Quizá no me volverás a ver

Me pierdo y voy muy alto

con el corazón entre mis manos
a buscar alguien más cercano
alguien tan frágil, tan humano

Falta poco, ya no es nada
Me voy, está decidido
No tiene caso escuchar tu llamada
Todo intento es tiempo perdido

Aunque ya no te veré
Déjame el sueño de tu ilusión
Alguna vez pasó lo que pensé
Aún con una mala intención

Por favor, no me quites la ilusión.

lunes, 7 de julio de 2008


Se terminó. Al fin se acabó y ahora sí puedo respirar tranquilamente. Es algo excelente. Ya no tengo que estudiar, porque ahora puedo vagar. Ya no tengo que leer obligado, porque ahora puedo leer lo de mi agrado. Ya no puedo comprar caramelitos, porque ahora estoy a dieta y como muy poquito. Ahora puedo dormir hasta tarde, porque ya el tiempo sobra y no arde. Cuando me levanto veo televisión, veo horas y no puedo contener mi emoción. Ahora escribo estupideces, aunque no redacte bien y a un mono te pareces. Ahora puedo salir todos los días y llevar a cabo todas mis manías. Ahora tengo tiempo de sobra, así que manos a la obra.

jueves, 3 de julio de 2008

Berenjena, la EX gata del pastito

Bere se fue. Bere murió. El señor se la llevó.

Mentira. Bere no se fue, ni se murió, pero un señor sí se la llevó. Un chico de la Pontificia Universidad Católica del Perú, amigo de Colo. Nos la arrebató de las manos. Pobre Berenjena, no quería dejar el pasto. El pasto que ya no es pasto, porque lo han quitado, pero según Colo el próximo ciclo va a estar como nuevo. Ojalá.

En fin, Bere siguió haciendo de las suyas. Aunque salió de su mundo de perdición de Barranco, nunca pudo librarse del todo. Seguían sus escapadas nocturnas a juerguear en el TekilaRock de la Marina con sus amiguines mininos, mientras nosotros estábamos en nuestras casas estudiando como buenos PUCPenses.

Nos enteramos de sus escapaditas y nos dolió en el alma. Bere era ya de nuestra familia pastal, sin embargo queríamos también lo mejor para su salud. Justo Colo tenía un amigo, que tenía un amigo, que tenía un amigo, que su tío tiene un reformatorio para gatitos sin hogar. Se llama: “Gatitos sin Hogar S.A.”. Ahí van a hacer que deje el alcohol y el mal vivir y que empiece a hacer cosas productivas, como tejer chalinas o algo así.

Esperemos que ahora sí sea el fin de la mala Berenjena y evolucione en una buena gata, como un pokemón. Aún así la vamos a extrañar mucho. El pasto no es el mismo sin ella.

Estamos contigo, Bere.

domingo, 29 de junio de 2008

Carta II


Querido Papa Noel,

¿Cómo has estado? Sé que aún falta mucho para navidad, pero quería mandarte mi lista desde antes, como para comprometerme a ser buena por el resto del año. Además, el año pasado te pedí el carro de la Barbie y no me lo trajiste. Quizás estuviste muy ocupado, por eso ahora te mando mi carta con anticipación.

Me he estado portando bien. Ya no corto mis polos ni pinto las paredes con crayolas. Es más, mi mamá dice que estoy más bonita, porque estoy comiendo todos los vegetales. Aunque, si pudiera pedir un deseo, sería que estos desaparezcan de la faz de la tierra. De veras, ¿quién los necesita? Son horribles y saben a poto. Bueno, en fin, por lo menos te vuelven bonita, así me dijo mi mamá.

Ahora hago todas mis tareas y ya no ensucio mis vestidos con jugo de naranja, porque ahora lo tomo con más calma. Ya no se chorrea. El ratón de los dientes me regaló cinco soles. Es más, yo lo vi. Quiero un ratón de los dientes por navidad, para que me de plata siempre, por favor. Como sé que está vivo, sólo te voy a pedir eso, nada más.

Bueno, espero que mi carta te haya alegrado un poco el día. Debe ser agotador preparar la navidad cada año. Si yo me canso con sólo portarme bien, ¡imagínate tú! Ojalá que la navidad salga igual de linda este año. Un beso,

Margarita

sábado, 28 de junio de 2008

Finales

Culmina un ciclo y comienza algo nuevo. Ambos con “C”, aunque esta no es la única similitud entre estas dos palabras. Suena extraño, pero siento que aquí está terminando el inicio de lo que me espera por cinco años, por lo menos.

Los finales son letales (un verso sin esfuerzo), sin embargo te ayudan a entender que no todo en esta vida es tan simple. Ya no basta con leer una vez, o con hacer “Ave María, dame puntería” y marcar lo que sea. Ya no más. Ahora es completamente distinto.

No sé por qué estoy escribiendo esto, será porque tenía que desahogarme de algún modo. No tengo a nadie a quien decírselo en este momento. Afortunadamente, mañana vienen mis amigas a estudiar conmigo. Esto hace más grato el delirio, que será delirio en masa.

Ahora voy a dormir. Siento que he regresado en el tiempo. Como cuando era niña, que tenía un diario donde apuntaba todo lo que sentía. Acabo de escribir lo que siento. Quizás lo haga un poco más seguido.

Por ahora, a estudiar.

jueves, 19 de junio de 2008

Carta

Querida Maria del Carmen,

Espero que entre todo el ajetreo te encuentres bien. Creí necesario escribirte esta carta para explicarte el por qué de lo que pasó. No me odies, por favor, si de veras te importé, termina de leer esta carta. Sólo si me quieres en serio, si no quieres leerla, también comprenderé.
Hay tantas cosas que tengo que decirte. Tantas cosas que tuve que contarte antes que todo esto pasara. Tienes 14 años, ya eres toda una señorita, así que considero apropiado hablar ahora sobre temas de grandes. Temas que, en su momento, fueron evitados por mí y por tu madre, pero que, sin embargo, tengo que citar y aclarar.
Sé que tienes cierto recelo contra mí, por haberlos “abandonado”. Pero no lo hice. En ningún momento me olvidé de ustedes. Estoy seguro de que piensas que no estoy diciendo la verdad, pero no ha habido cosa más importante en mi vida que mi familia. Me alejé de ustedes por una serie de problemas, que de todas maneras voy a mencionarte.
Desde la muerte de tu abuelo, cuando yo tenía 15 años, entré en un proceso de depresión incontrolable, donde pensé no encontrar ninguna salida. Digo pensé, porque al fin y al cabo encontré una clase de salida que no me otorgó ningún beneficio: las drogas. Esas mismas de las que te hablan en la escuela, esas a las que nunca deberías acercarte. Desde los 15 años no he podido dejarlas, hasta ahora o, bueno, hasta donde todo llegó. Esa fue una de las razones por las cuales dejé la casa. No quería ser un mal ejemplo para ustedes.
Tu madre y yo teníamos ciertos tipos de enfrentamientos por dinero. No digo que tu madre sea mala, ya que no me refutaba nada. Era yo el afligido. Tu madre es una de las personas más buenas que han pisado este mundo, ya no hay muchas como ella. Tienes mucha suerte de tenerla contigo, y yo soy un desdichado por haberla perdido. Cosas que pasan en la vida.
En conclusión, Marita, tuve que irme de la casa, porque mi adicción a las drogas empezó a crearme problemas con tu madre y con ustedes. Vivíamos en una situación precaria, no teníamos a veces ni para comer. Es por eso que tomé la decisión más difícil de toda mi vida: irme, pero por ustedes. Por su bien.
Desde que los dejé no pude parar de evocarlos en mi mente. Estaban tan presentes, que lo primero que decidí hacer luego de mi partida fue trabajar día y noche para que ustedes tuvieran lo mejor, y sólo lo mejor. Trabajé de mozo en el día y de vigilante por las noches. Es por eso que se cambiaron a un mejor colegio y tenían mejores cosas, gracias a lo que le enviaba a tu mamá y de lo que ella también trabajaba. El momento más cargado era cuando dormía, porque eran ustedes lo único que pasaba por mis sueños. Fueron días arduos, mucho más cuando tomé la decisión que tomé luego.
Al no poder dejar mi adicción y ser despedido de ambos empleos, no encontraba más una excusa para seguir viviendo. Ustedes eran todo lo que tenía, y lo había perdido. Por eso tomé esta fatal decisión, no por hacerles daño, sino por terminar de golpe con varias dificultades. Por favor, no me odies, sé que debes estar triste por todo, no te culpo. No tienes la culpa de nada. Ahora, que ya no estoy, eres tú la encargada de cuidar a tu madre y tus hermanos, porque eres la mayor y confío en ti. Te amo, te amé toda mi vida y te seguiré amando donde quiera que esté en este momento. Espero que algún día podamos encontrarnos donde debo estar, donde los días son eternos y los minutos no existen, ni la maldad, ni los problemas. No te olvides de mí, por favor, que aunque ya no esté más no me voy a olvidar de ti.

Te ama y te seguirá amando siempre,

Tu papá

miércoles, 11 de junio de 2008

Los sollozos que no bastan


La niña se sienta sobre la cama. Observa la alfombra y luego las cortinas, que ondean al ritmo del viento. Mueve los dedos de sus pies, esperando un milagro. Cierra los ojos fuertemente y vuelve a abrirlos, deseando haber despertado de una vez por todas de un sueño que parece tornarse infinito.

Derrama una lágrima furtiva, que empieza a deslizarse sobre su vientre. Ahora son dos, cuatro, nueve. La niña no puede detener su llanto intimidado. Se mira las piernas, con cierta vergüenza, y se echa nuevamente sobre la cama, en posición fetal.

Su mente se explaya y con ella su cuerpo, que parece que volara. Aunque de veras desea salir corriendo de ese horrible lugar, no se inmuta a hacerlo. Por más asustada y sorprendida que esté, siente que sus extremidades no obedecen sus órdenes cerebrales, las cuales gritan cada vez más alto, sumidas en un silencio sepulcral.

Sigue la niña con su llanto cansado y suspiros fortuitos. Decide ahora obligarse a sí misma a hacer un esfuerzo sobrehumano y a sentarse nuevamente. Se siente débil y con escalofríos. Mira ahora sus manos, teñidas de ese temido líquido escarlata, más brillante que nunca, opacado tan sólo por las lágrimas, que aún persisten en caer.

Hecha un último vistazo a su alrededor, espacio de tragedia. La niña se levanta con dificultad y se viste. Camina hacia la puerta, viendo antes al ser espantoso que yace todavía dormido sobre la cama, con una sonrisa macabra marcada en los labios. Atraviesa, la niña, la puerta, intentando dejar todo espectáculo atrás. Por supuesto, aún no para de sollozar. No lo hará en mucho tiempo.

martes, 10 de junio de 2008

Cosas que se le ocurren a uno cuando no sabe qué escribir: La Gran Historia de Berenjena

Algo difícil de explicar es la sensación de querer escribir, pero no saber cómo empezar. Quizás la agonía misteriosa de los sueños que hablan, porque mis sueños siempre me relatan algo nuevo. A veces sueño que sueño, sueño que llamo, sueño que se desmoronan mis dientes y me levanto sudando frío. Todos sabemos que cuando sueñas eso, significa que alguien va a morir. Espero que sólo sea una teoría. En fin, creo que ahora me inventaré un cuento. Y dice así:

Érase una vez un gato malvado. Tan, pero tan malvado, que ni su mamá lo quería. Se llamaba Pelusa (nombre vergonzoso), pero en el barrio lo conocían como Berenjena, porque le gustaban mucho las berenjenas. Los amigos cercanos podían llamarle Bere. En realidad, no era gato, sino gata, porque no tenía pichulín, pero eso sólo lo sabían unos pocos.

Bere vivía en un local de barranco. Este local era tan recóndito, que ni recuerdo su nombre. Apuesto a que Bere tampoco. En conclusión, Bere sólo transitaba y pernoctaba unos cuantos días a la semana en ese lugar, ya que poseía una vida totalmente nómada, andaba de errante por toda la ciudad, buscando comida y quizás algunos cuantos amiguitos mininos para tomarse unos sorbos de cerveza rancia desperdiciada por los locales de barranco. Nadie se metía con ella, por su fama de concreta maldad. Cuando ella pasaba, los otros gatos se habrían paso. Nunca había necesitado de nada ni de nadie, siempre había obtenido lo que deseaba. Bere se había convertido en una leyenda urbana.

Una tarde, una infernal tarde, la suerte de Bere cambió. Era tan, pero tan mala, que los otros gatos ya no querían ni juerguear con ella. Bere se quedó sola en el distinguido barranco, llegando al punto de meditar por qué barranco se llamaba de esa manera, si en realidad no tenía ningún barranco por el cual pudiera deslizarse (o por lo menos, Bere aún no lo había encontrado). Fue entonces cuando decidió buscar nuevos horizontes, liberarse de la fama que se había ganado y ser una buena persona (o mejor dicho, una buena gata) en otro lugar, teniendo la oportunidad de empezar de nuevo.

Y fue así cuando anduvo vagabunda por las calles de Lima la gris, buscando un nuevo lugar en el cual imponerse (en el buen sentido de la palabra, cabe resaltar). Subió de carro en carro, de micro en micro, hasta que llegó a una avenida muy transitada: Universitaria.

Después del largo camino que había cruzado desde Barranco hasta La Marina, Bere había adelgazado mucho. La falta de juergas le habían cambiado el humor, la falta de atención le había alterado la mente. No soportaba más estar sin un lugar adecuado. Necesitaba encontrarlo en ese instante.

En eso, voltea y la ve. La Pontificia Universidad Católica del Perú, la misma que había estado soñando, justo en sus narices. Con toda el entusiasmo acumulado, se apresuró a entrar de forma sigilosa, porque no tenía carné. Logró escabullirse sin que la notaran, y corrió y corrió hasta que se encontró en un jardín, que en realidad estaba muy amarillo y pajoso. Tenía mucha hambre y frío. En ese momento fue cuando me encontré con ella. Cuchita, le dije, ¿de dónde saliste?. Me respondió con un par de maullidos y luego se apresuró a acomodarse en mi regazo.

Bere comenzó una nueva vida, luego de relatarnos todo su recorrido. Fue como un “Buscando a Nemo”, sólo que sin Nemo y en vez de un pez payaso, un gato, que en realidad era gata, porque no tenía pichulín.

Así acaba la historia de Berenjena, y también comienza la de su nueva vida. Esperemos que le vaya bien, aunque parece que le gusta ser la engreída del pastito.

Fin.

Lo que a uno se le ocurre cuando no sabe cómo empezar.

Cosas que se le ocurren a uno cuando no sabe qué escribir: La Gran Historia de Berenjena

Algo difícil de explicar es la sensación de querer escribir, pero no saber cómo empezar. Quizás la agonía misteriosa de los sueños que hablan, porque mis sueños siempre me relatan algo nuevo. A veces sueño que sueño, sueño que llamo, sueño que se desmoronan mis dientes y me levanto sudando frío. Todos sabemos que cuando sueñas eso, significa que alguien va a morir. Espero que sólo sea una teoría. En fin, creo que ahora me inventaré un cuento. Y dice así:

Érase una vez un gato malvado. Tan, pero tan malvado, que ni su mamá lo quería. Se llamaba Pelusa (nombre vergonzoso), pero en el barrio lo conocían como Berenjena, porque le gustaban mucho las berenjenas. Los amigos cercanos podían llamarle Bere. En realidad, no era gato, sino gata, porque no tenía pichulín, pero eso sólo lo sabían unos pocos.

Bere vivía en un local de barranco. Este local era tan recóndito, que ni recuerdo su nombre. Apuesto a que Bere tampoco. En conclusión, Bere sólo transitaba y pernoctaba unos cuantos días a la semana en ese lugar, ya que poseía una vida totalmente nómada, andaba de errante por toda la ciudad, buscando comida y quizás algunos cuantos amiguitos mininos para tomarse unos sorbos de cerveza rancia desperdiciada por los locales de barranco. Nadie se metía con ella, por su fama de concreta maldad. Cuando ella pasaba, los otros gatos se habrían paso. Nunca había necesitado de nada ni de nadie, siempre había obtenido lo que deseaba. Bere se había convertido en una leyenda urbana.

Una tarde, una infernal tarde, la suerte de Bere cambió. Era tan, pero tan mala, que los otros gatos ya no querían ni juerguear con ella. Bere se quedó sola en el distinguido barranco, llegando al punto de meditar por qué barranco se llamaba de esa manera, si en realidad no tenía ningún barranco por el cual pudiera deslizarse (o por lo menos, Bere aún no lo había encontrado). Fue entonces cuando decidió buscar nuevos horizontes, liberarse de la fama que se había ganado y ser una buena persona (o mejor dicho, una buena gata) en otro lugar, teniendo la oportunidad de empezar de nuevo.

Y fue así cuando anduvo vagabunda por las calles de Lima la gris, buscando un nuevo lugar en el cual imponerse (en el buen sentido de la palabra, cabe resaltar). Subió de carro en carro, de micro en micro, hasta que llegó a una avenida muy transitada: Universitaria.

Después del largo camino que había cruzado desde Barranco hasta La Marina, Bere había adelgazado mucho. La falta de juergas le habían cambiado el humor, la falta de atención le había alterado la mente. No soportaba más estar sin un lugar adecuado. Necesitaba encontrarlo en ese instante.

En eso, voltea y la ve. La Pontificia Universidad Católica del Perú, la misma que había estado soñando, justo en sus narices. Con toda el entusiasmo acumulado, se apresuró a entrar de forma sigilosa, porque no tenía carné. Logró escabullirse sin que la notaran, y corrió y corrió hasta que se encontró en un jardín, que en realidad estaba muy amarillo y pajoso. Tenía mucho hambre y frío. En ese momento fue cuando me encontré con ella. Cuchita, le dije, ¿de dónde saliste?. Me respondió con un par de maullidos y luego se apresuró a acomodarse en mi regazo.

Bere comenzó una nueva vida, luego de relatarnos todo su recorrido. Fue como un “Buscando a Nemo”, sólo que sin Nemo y en vez de un pez payaso, un gato, que en realidad era gata, porque no tenía pichulín.

Así acaba la historia de Berenjena, y también comienza la de su nueva vida. Esperemos que le vaya bien, aunque parece que le gusta ser la engreída del pastito.

Fin.

Lo que a uno se le ocurre cuando no sabe cómo empezar.

lunes, 9 de junio de 2008

A Mariana

¿Por qué lloras, princesa?
Estás triste y se siente
De tus sueños estás presa
Aunque calles, inerte

¿Por qué lloras, princesa?
Si lo vales todo y el nada
Esta pena no es lo que era
Aún no te vayas espantada

¿Por qué lloras, princesa?
Sabes que todo lo diste
Hiciste una gran proeza
Y aún así sientes que perdiste

¿Por qué lloras, princesa?
No derrames una lágrima más
Tu sabes que no vale la pena
Y cualquier excusa está demás

¿Por qué lloras, princesa?
Si este asunto no termina
El cuento recién comienza
Pero este capítulo aquí culmina

No sé si de algo sirva
Pero vales como ninguna
Y si el no se dio cuenta
¡Entiende! No es culpa tuya

Ya no llores, ya no sirve
Ahora empieza lo más delicado
A olvidar, ya no herirte
A pararse y seguir caminando

domingo, 8 de junio de 2008

Aunque no estás - Alejandro Filio

Desperté y el silencio supo a ti
y al abrir la ventana supe más
supe que la mañana se podía recortar
para enviarla en un sobre a donde sueles despertar
qué maneras extrañas tengo para recordar.
Desperté y respirando comprendí
que detrás de un milagro vienes tú
hace tantos inviernos que no puedo rescatar
al adiós que en el tiempo nos partió por la mitad
tú del brazo el viento y yo mirándote volar.
Qué maravilla es poder sentirte aunque no estás
siempre supe que en el viento te podías quedar.
Las historias hermosas son así
nos prometen de lejos ser verdad
le pedimos al tiempo que les traiga por acá
y al final en un sueño suelen ser casualidad
a la vuelta del corazón volvemos a empezar.
Como nube la dicha nos llovió
sin saber hasta donde caminar
y a tu mundo pequeño le inventaba una canción
delicada y perfecta como alma de caracol
tú dormiste y la luz después del día nos cegó.

Nada nuevo, cosas que pasan

¿Cómo hacer cuando no se sabe qué hacer? Sarcástica pregunta, pero es una situación comprensible. Siempre que sucede que te esfuerzas por algo, que de veras quieres salir adelante, aparece un hueco tan grande, que la dificultad se eleva a la máxima potencia.
Que frustración es sentir que no puedes más, que horrible es querer darse por vencido. Es una de las sensaciones que me disgusta más, sin embargo está tan presente en mi vida, que me complica de veras en el paso de los días. Verte y no quererte, sentirte ineficiente y, al fin y al cabo, la autoestima se limita a hacer acto de presencia. Maldita autoestima.
Sentirse vacía, cuando parece ser que estás llena de vida. La maravilla de la actuación me facilita las cosas. Es más fácil, o, por lo menos, menos difícil, hacer pretender a la gente que todo está bien, que no existe ningún problema. Que el alrededor te abrume sería solo un factor más para juzgarse peor. La lástima sólo empeora las cosas. Es preferible ser “feliz” y oidos sordos. Nada está pasando. Todo está bien.
Y ahora, no hay más que hacer. Sólo queda esperar y ver que cambia. Ojalá algo cambie, porque siento que de mí ya nada depende. Si ya lo di todo, no puedo dar más. A nadie le gusta sentir esta degradante sensación, sin embargo no puedo quitármela de la mente.
Simplemente, ya no puedo.

lunes, 2 de junio de 2008

Poema I


Cuando te miro, me pierdo
Cuando te abrazo, te siento
Cuando te escucho, me muero
Cuando no estás desfallezco

Cómo quisiera que todo se aclare
Y crear en tu mente un efecto invernadero,
Que evapore todas las dudas de tu cabeza,
Y desaparecer contigo en un sueño

Sólo por ti, sólo el primero
Me das un beso y siento que vuelo
Y en cuanto más lo pienso
Más noto que desfallezco

Siento que todo puedo
Aunque dolería perderte
Y si pasa, sólo te diría
Te quiero, aunque no pueda verte.

Que más da, aún no se sabe
Aún queda un largo camino
Pero hablando en presente
Sólo muero por verte.

domingo, 1 de junio de 2008

Cuando empiezas

Cuando piensas pertinente hacer cosas que nunca has hecho en tu vida es cuando empiezas un nuevo camino y se abren nuevas puertas a lo desconocido. Se tiene la potestad de sentirse feliz, de creerse invencible. Cuando te sientes así, el tiempo pasa más rápido y las cosas giran a tu alrededor sin que te percates de eso. Uno está encerrado en su burbuja de fantasías y alegrías verosímiles que sólo suceden de forma aleatoria, cuando uno menos se lo espera, pero una vez que esos momentos se acaban es cuando el vacío interior te consume lentamente.

A veces los cuentos de hadas se acaban sin siquiera haber comenzado.

lunes, 26 de mayo de 2008

Llegó el azul

¿Quién se imaginaría que pasaría un tiempo tan corto antes que el azul llegara? Estuvo, pero se fue. Ahora regresó con más fuerza, irreparable. Pasan pocos días y parecen una eternidad, como si el azul hubiera estado conmigo siempre.

Ironías de la vida. Unos van, otros vienen y uno nunca está preparado para lo que le repara el destino. Y ahora, después de unos cuantos días mágicos, sólo puedo decir una cosa:

Fuiste, magenta.

jueves, 22 de mayo de 2008

Esperando

Magenta el color de tus ojos. En magenta pienso cuando pienso en mirarte. Magenta el dolor que me causas, cuando creo que todo está mejorando, cuando encuentro, o creo encontrarle, algún beneficio a todo este asunto.

En magenta me hundo cuando me decepcionas. Magenta las lágrimas que brotan de mis ojos, resbalándose por mis mejillas hasta caer en el magenta del olvido. Olvido, donde pertenezco, donde siempre pertenecí.

Magenta me pones cuando estás pensativo. ¿Piensas en mí o acaso en alguien más? Magentas las dudas que siempre provocas, magenta se exhalta, de un magenta sin fin.

Magentas son los días que me esperan en el futuro. Quizás dos, quizás cuatro o de repente algo más. Todo hasta que llegue mi príncipe azul, que rete al magenta a un duelo de a dos. El magenta estará débil, ya no querrá pelear más. Por fin, de una vez por todas, se desplazará el magenta y reinará el azul por siempre y para siempre. No más magenta, nunca más.

Y ahora a esperar.

Inalcanzable

Me siento y llega inoportuna
la inspiración, por tu culpa
por la barrera entre los dos
impenetrable y feroz

Ni en uno ni en mil años
cambiarías tu aspecto huraño
pues ser así es parte de ti
y aún así formas parte de mí

¿Qué acción atribuyes?
En vez de venir, huyes
y detrás va mi paso cansado
harto de ser herido, rechazado

Cuando das tus discursos
no te miro, pero escucho
esa voz tan distante
aunque a mi lado, inalcanzable

Delicada esta sensación,
que se confunde con frustración,
es el placer de no tenerte conmigo
aunque lo intenté, eres testigo

domingo, 18 de mayo de 2008

Hermana mayor

A veces las situaciones se vuelven de un gris extremo. A veces no se sabe que es lo correcto. A veces no se entiende el por qué de las cosas. Uno siempre espera lo mejor, pero lo mejor no es lo que abunda. Tendemos a fracasar una y otra vez, de eso se trata la vida. De caernos y de volvernos a levantar de forma constante.

A veces la mente infantil e inocente nos juega malas pasadas, creando un mundo que no existe, donde todo es diáfano y se puede restaurar lo malo tan solo con un reloj mágico para retroceder el tiempo y empezar todo de nuevo, con el pie derecho.

A veces el optimismo no es la mejor opción, porque los fracasos y la frustración suelen estar a la vuelta de la esquina. Cuando esto pasa, la tristeza invade y la impotencia es incontrolable.

A veces las alegrías están tan presentes, que la gente las comparte constantemente. Es más, a veces estas alegrías se convierten en máscaras para que la gente no vea la melancolía que uno guarda, que se esconde el lo más recóndito de su corazón. La “simple vista” nunca basta.

A veces encontramos a esa persona especial, a veces no la encontramos. A veces la encontramos, pero no es la indicada. A veces lloramos por esa persona. Y así son los juegos del alma, a veces gustan, a veces no.

Para todos los “a veces” que me pueda imaginar, los divertidos, los aburridos, los tristes, estás tú. Siempre a mi lado, incondicionalmente. Reconoces mis máscaras con una facilidad impresionante, que de veras admiro. Escuchas mis silencios y los interpretas siempre como lo que son, un conjunto de palabras atracadas y desordenadas. Me ayudas a organizarlas y a encontrar conclusiones, en las cuales las lágrimas no tengan mucho, o nada, que ver.

No sé como hacer para retribuir todo lo que haces por mí. Nos conocemos hace tan poco tiempo, pero parece una eternidad. Podemos registrar lo que nos pasa con tan solo un par de miradas, y todo está claro. Somos tan diferentes y tan similares paralelamente, que a veces me asusta como nos podemos llevar tan bien y conocer tanto. Eres como la hermana que tuve alguna vez, y que me gustaría seguir teniendo, pero son cosas de la vida en las cuales yo no estoy involucrada. No sabes la felicidad que se regocija en mi cuando lloro y me das un abrazo o cuando me río y me pegas (infeliz). Haces tanto por mí y yo no sé como pagártelo.

Lo único que te puedo decir es que en poquísimo tiempo has logrado estar muy presente en mi vida, y me has ayudado en tantas cosas, ya sea con un sublime o un abrazo en el momento indicado. No te imaginas lo importante que eres para mí y la increíble persona que eres. Mi suerte es infinita, ya no quedan muchas como tu. Te adoro, no sabes cuanto. Te he aprendido a querer como eres, jodidísima, pero incondicional.

Gracias por todo, Andrea Llinás.

Cuanto más sé, menos entiendo

Creo escucharlo en el viento
Creo tenerlo presente
Creo que tengo miedo
Miedo de perderte

Pretendes ser verosímil
Pero es solo una máscara
Donde te escondes para siempre
Y no muestras la cara

¿Qué siento, qué veo?
Ya no puedo dormir
Estás hasta en mis sueños
Siempre para mí

Llega pronto, que te espero
¿Falta mucho? Ya no puedo
Tu sombra se inmuta
Pero tu cuerpo no me alcanza

Estoy triste, miro al cielo
Y te veo entre las nubes
Tan campante, tan risueño

Eternamente sonriendo

viernes, 16 de mayo de 2008

Oda al brownie

Son las 5 de la tarde. Hace frío y Joaquina tiene hambre. No hay nada que hacer, el día gris le irrita y sus pies se congelan. Está sentada en la silla de siempre. Plasticazo, como diría su madre. Quizás de plástico, pero, en fin, es placentera.

Mira el reloj, luego el ordenador. Luego el reloj y otra vez el ordenador. Hoy estoy inspirada, piensa, pero hay algo que me falta. Ahora sus dedos de las manos están tan fríos, que se pueden convertir en un iceberg con focas encima que podrán atacarla en cualquier instante. Uno nunca sabe.

Joaquina tiene un deseo imperativo. Ya no puede más con su vida, ya no puede seguir subsistiendo. Lo necesita. Tan marrón, tan esponjoso, tan (a veces) crujiente. Está tan presente, que hasta su paladar empieza a imaginárselo, a apreciarlo, a creerlo.

Corre y abre el estante de la cocina. No hay cocoa y la harina se malogró. Caray, siempre pasa lo mismo. Corre a su billetera, tiene S/. 1.50. No le alcanza para comprar uno. ¿Y ahora? Abre la ventana y hecha un vistazo. ¿Por qué va a buscar un brownie en la ventana? Reitero, uno nunca sabe.

Regresa al ordenador y están dando Pataclaun. Programa estúpido para gente estúpida, como Joaquina. Es como el palo picante para la gente picante. Deberían hacer una propaganda sobre eso, piensa. Desde luego la gente compraría un palo picante, si son picantes.

Joaquina empieza a alucinar. La falta de chocolate, hormona de la alegría, en su sangre comienza a afectarle. Voltea y ve algo espectacular. El muñequito verde del Messenger acaba de salir del ordenador, como el fantasma escritor, y empieza a hacerle el habla. Es churro, piensa, puede que funcione, pero por ahora tengo otras cosas en la cabeza, gracias.

Una vez que se fue el muñequito del Messenger, Joaquina medita sobre su próxima táctica. Dios mío, ¿por qué me haces esto? De veras lo necesito. No puedo evitarlo, es como una enfermedad. En fin, Joaquina es pobre, sin curso y los tacos la llevarán a la muerte si no encuentra un brownie en el siguiente par de horas.

Estas son cosas que suelen salir de la cabeza de una persona, a la que le falta chocolate en la sangre. Si viene con bola de vainilla y fudge, mucho mejor. Si, fantástico, esperaré con ansias el momento en el cual pueda carcomer ese brownie soñado. Oh si.

¿Jugamos?

Cuando estás, cuando no estás. No da igual. Siempre estás. Si te tengo, te siento. Si no te tengo, te pienso. Solo deambulo por las calles del olvido, donde todo es sombrío y apesta a delito. ¿En qué estaba pensando? Aún intento descifrarlo.

Que fuerte lo que dices. ¿Qué dices, que no entiendo? Si, pero no. No, quizás si. Uno nunca sabe, porque nunca se termina de esperar. ¿Cuándo pretendes acabar? Solo me quieres enredar.

Tiernas las flores que caen de los árboles, el frío que entra, que duele, que quema. Así caigo yo, lenta, desilusionada y patéticamente, caigo sola, caigo porque me dejas. El invierno penetra y la brisa se hiela, como tu, que cada día más te congelas.

Dime tu, ¿qué sientes? Lo que siento no importa. Las palabras se atracan, no brotan, se esconden. Dices lo mismo y siempre te sientes distinto. Inconsciente, indecente, inminente, yo inexistente.

Y me miras a los ojos y me dices que me quieres. ¿Cómo quieres? No me quieres. Si quisieras, falso eres. No te importa ni preocupa, eso ya lo sabía. Entonces, ¿por qué tanta agonía? Pregúntate tu mismo y respóndeme cuando puedas.

No me hieras, que me muero. Soy de carne, no de acero. Si no quieres, ya no importa, solo vete y déjame sola. No me extrañes ni me crees en tus sueños juveniles. Vete ya, hasta luego, hasta aquí, terminó el juego.

jueves, 8 de mayo de 2008

La melancólica vida de una alfombra

Varias cerdas de hilo de óptima calidad, grandes máquinas pesadas, cientos de miles de diseños de diversas partes del mundo. Estas son tan solo tres características imprescindibles para la elaboración de una alfombra. No se necesita ser un genio para saber que las alfombras contribuyen a crear armonía en la decoración de cualquier ambiente. Tengo la seguridad de que casi todos tenemos una en casa, ya sea artesanal, de paja, persa, entre tantas.

Analicemos, pues, el recorrido de estas infalibles armas de la decoración moderna de una manera un poco menos superficial y adentrémonos en cómo podrían sentirse si no fueran tan solo un conjunto de hilos unidos. Veamos que pasaría si tuvieran alma.

Estamos en una tienda de alfombras persas. Todas son iguales, pero diferentes entre sí. Algo que amerita ser mencionado es que las alfombras pasan largos periodos de tiempo en estas tiendas, ya que no se suele comprar una alfombra todos los días. Lo que la gente ignora, es que una alfombra espera a ser la indicada, la perfecta, la alfombra. Por eso, el hecho de que la compren, ya la hace especial, porque es diferente, mejor, más que las otras.

Luego, se llega a la nueva casa y se coloca la reluciente alfombra en el lugar indicado. Ese lugar, donde todo el mundo va a pasar y va a percatarse de su presencia, o eso es lo cualquiera pensaría.

Van pasando los días, las noches, las reuniones, los almuerzos. La alfombra permanece allí, inmóvil, pero no reluciente. Ya se dio cuenta de su propósito, del asunto pendiente que tiene que cumplir hasta el resto de sus días. Cuando llegó, se sentía libre, especial, importante. Ahora, se siente sucia, ignorada, pisoteada (literalmente).

Y es así como permanece una alfombra siempre. Está allí, vale tanto, pero nadie la ve. A nadie le importa. Solo sirve para ser pisoteada, marginada y para que la gente limpie los desechos de sus zapatos en ella. Cada día se hace más vieja, y cada día es más ignorada.

¿Cuál es el propósito, entonces, de ser una alfombra toda la vida? Que a la gente no le importe como te sientas, ni el daño que te pueden hacer. Un día todo es tan claro, tan hermoso y luego, al cabo de un tiempo muy corto, todo acaba de una manera espantosa. Terminas debajo de todos, siendo pisoteada sin que nadie de el menor indicio de tu presencia.

Ese es el problema de la gente-alfombra. Que nadie se preocupa por ella, ni por lo que pueda sentir. Todo pasa, se mueve, todo agitado, pero no se puede hacer nada. Una alfombra solo observa, solo mira, inquieta, pero no puede formar parte de ningún asunto.

¿Por qué, entonces, se hace sentir a una alfombra como la indicada, la perfecta, la reluciente y luego se termina con ella de una manera tan cruel? Es simple, las alfombras son creadas para eso. En un momento cree que es especial, pero al cabo de un tiempo se da cuenta de su verdadero propósito. Ese es mantenerse como base para la gente, para ayudarlos, mantenerlos erguidos, nada más. Así se permanece hasta que se desgaste y decidan comprar una nueva. Así de simple se termina con la vida de las alfombras, que, felizmente, no tienen alma.

sábado, 26 de abril de 2008

14/06/07 (2da Parte)

Hablando del rey de Roma, Joaquina hizo una pausa. Dejó la sala marrón y la música de pajaritos y fue a cenar con el grupo. Cada una tenía una tarjeta encima del vaso. Le tocó algo relativo a lo que estaba pensando: “Amor no es quedarse esperando, sino ir al encuentro del otro”. Raro, muy raro.

Ahora estamos en comunidad, como en Carmelitas. Joaquina esta pensando en varias cosas. Voltea y ve una guitarra. Ella extraña más que nada a su guitarra- Si hubiera sido por ella, paraba el tiempo y cogía la guitarra, tocaba y tocaba hasta que se cansara, pero no podía. También necesitaba la guitarra, tenía un nudo en la garganta que anhelaba soltar. Joaquina necesitaba un tiempo sola. Sola, para llorar un momento, como lo suele hacer cuando la melancolía la invade.

Fue con todo su salón a la capilla, a rezar. Hicieron una dinámica con un cirio. A Joaquina le gustó, porque era de colores. Cada una de sus amigas cogía el cirio y decía su “tiniebla” de hoy. Ella estaba nerviosa. Sabía que su tiniebla era notable. Todos sabían, pero, por alguna extraña razón, a medida que el cirio se acercaba, le temblaban más y más las manos. No sabía por qué, pero después de pensar mucho se dio cuenta y llegó a una posible conclusión. Ella le había dicho más de mil veces al inepto profesor que ella no quería ir al retiro. Se lo había dicho a el, al salón, se lo había dicho a su tutora y demás personas que venían a preguntarle si iba a ir o no. ¿Por qué entonces estaba tan nerviosa de decirlo una vez más? Fácil. Como dije, Joaquina les dijo a todos, o por lo menos les dio a entender, que no quería ir y que iba por obligación, o por lo menos eso creía, hasta darse cuenta que le faltaba una persona. Una muy importante, a la que la noticia no le había llegado. El ser supremo, el máximo: Dios. Y en ese mismo instante, cuando coja ese cirio, le iba a decir que no quería estar en ese retiro, le iba a decir que no quería estar allí, en ese lugar donde todo era para El. Por eso el nerviosismo.

Una vez dicho esto: “Mi tiniebla de hoy es estar aquí por obligación”, se dio cuenta de lo que pensaba. Ella creía que solo le hacía la vida imposible al inepto profesor, pero también le hacía daño a ese ser tan increíble que no podía ver, pero si sentir en todo su cuerpo. No estaba bien.

Después de lo del cirio cada una cogió una vela, la encendió y fue a su dormitorio. Ahora Joaquina yace en su cama con Alejandra Verne, su compañera de cuarto, y una luz a su costado. La misma luz que le hizo darse cuenta de muchas cosas. La misma que vio al principio y que probablemente sea eterna al final. De repente, solo por esa luz, olvidará por dos días su rencor hacia el inepto profesor y viva el retiro más a fondo. Más para ella.

Y pensar que todo se aclaró con una vela rosada encendida en su mesa de noche.