sábado, 13 de diciembre de 2008

En mi balcón, corazón

Son las cuatro de la mañana. Cómo pasa el tiempo, inexcusable. Cada vez me siento más minúscula. No puedes hacer nada en contra del tiempo, ni de otras tantas cosas, como la que me atormenta esta noche. En fin. Este es el momento en el que uno suspira y recapitula todo lo que ha pasado en el día. Por alguna extraña razón, hoy el tiempo de meditación se está extendiendo un poco más de lo usual. ¿De veras es una extraña razón? Yo creo que es algo evidente. Ahora escucho “Chanson Triste” de Carla Bruni y, aunque no entiendo en lo absoluto lo que dice en francés, la melodía es bastante melancólica. Mejor le creo una letra propia, recordando todo lo que he vivido hoy. Y se torna, por partes, feliz, por otras, un poco menos feliz, pero en este caso el sentimiento que predomina es el de la duda. ¿Duda? Sí, esa misma. Siempre la duda. Siempre Joaquina en la misma disyuntiva. Aunque esta vez pareció algo diferente. Esta vez quizás sí tenga sustento. Quizás esta vez no me esté equivocando. Esa mirada perdida y esa sonrisa de pelotuda no se crea de la nada, Joaquina, me digo a mí misma. Pero, ¿cuántas veces ya ha pasado? Creo que llegué tarde a la repartición de “intuición femenina”, ahora no sé si lo que pienso es cierto o aún permanezco en mis fantasías rutinarias. De lo que sí puedo estar segura es de lo que yo siento, y eso no me lo quitas tú, ni me lo quita nadie. De veras que es bonito, constituyes un nuevo capítulo, pero creo que me dejas con las palabras en la boca. Podría apostar a que te pasa lo mismo. Haz algo para dejarme sin excusas. Déjame sin palabras. Llévatelas, quizás las necesitas más que yo. A mí sólo me cuesta más y más tenerlas aquí guardadas, acumulándose poco a poco, conforme pasa el tiempo. Otra vez el tiempo. Me voy a dormir.

No hay comentarios: