domingo, 4 de enero de 2009

A ver si adivinas

Ahora sólo pienso en verte. Hace tanto que no hablamos. Hace tanto que no me detengo a observarte, aunque sas de los más ingratos e indiferentes. Yo sigo aquí, viéndote caer, día tras día, verano tras verano. Historias y más historias, las sabes todas. Sabes las mías y las de la humanidad, sabes la respuesta a todo, pero no dices nada. Al fin y al cabo, no me sirve saber que tú sabes, si ni siquiera lo tomaróas en cuenta. Jamás me lo vas a decir, y yo te lo digo todo como una completa demente que intenta captar los sentimientos tan abstractos y lejanos del horizonte, que veo siempre, día tras día, verano tras verano. Ni siquiera prestas atención a lo que te tengo por decir. Como si te importara. Sólo cumples tu deber de ser el compañero ficticio y aparentemente fiel al que puedo pedirle miles de deseos que jamás va a cumpir. Tengo una suerte de la que carecen otros. Yo sí observo, te observo. Aunque se burlen t me crean de otro mundo, bohemia y perdida. Y la verdad es que sí, quizás tengan razón. Sigo perdida, aún me siento perdida. No sé por dónde ir y por qué puentes debo cruzar, o qué caminos debo evitar. Tú te limitas a seguir un ciclo eterno, por el restu de tu casi infinita vida. Qué fácil es ser tú, y qué difícil es estar perdido. Aún no sé dónde estoy ni hasta dónde voy a llegar, pero creo qye es esa la magia de la vida, la incertidumbre por lo venidero, la certeza de seguir viviendo. Eso es mejor que segui un ciclo ya establcido, ni siquiera por ti mismo, sino por factores externos y leyes complicadas que quizás jamás entenderé. Conoces tantos mundos, qué envidia. Yo sólo vivo en la rutina, o escapándome de ella. Tú te sientes amarrado a una vida de por vida. Yo puedo escribir mi propia historia. Ahora debes ser tú el de la envidia fortuita. Y tú también puedes ser tan cruel. Tu apariencia apacible e inofensiva engaña a cualquiera, pero yo no encajo en esa designación. Yo no soy cualquiera. Me doy cuenta del daño que también puedes causar. Lo peor es que lo sabes y no sientes ninguna clase de remordimiento, porque no eres tú el que expone sus peligros. Es la multitud la que cae rendida ante tu majestuosidad innata y terminan lastimados. Tienes tus trucos, tus encantos. Enamoras a cualquiera, como a mí, desde siempre. Aunque sepa tanto tus virtudes como tus defectos, no puedo dejar de ceder ante tus encantos. Eres real, y la realidad ya no es cosa de todos los días. La realidad ya no existe. Eres el único que permanece totalmente como es, sin necesidad alguna de una máscara o truco que puedas esconder. Sólo desprendes magia y ternura y pensamientos y revuelves emociones una y otra vez. Pero, una vez más, tu deber está establecido y no eres nadie para cambiarlo. Yo sí tengo la potestad de crear mi propio destino con mis caidas y regresos al rumbo. Eres tú el que debería de envidiarme.

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