lunes, 20 de marzo de 2023

En mi balcón, luna

¡Cuánto tiempo ha pasado! ¡Cuántas cosas nos han pasado, también! Y como yo, la gran cantidad de veces, pienso en qué escribir, qué decir y en decirlo bonito… Ya no quiero tanta restricción. Quiero dejar de pensar tanto y contar, soltar, algunas frases que se me han pasado por la cabeza. Nonna Iris, te has muerto. A veces me olvido que te moriste, aunque me ponga tu ropa. Pero tengo fotografías mentales que me mueven el corazón. Daniel, ¿tú también te has muerto? Porque de tu muerte sí me acuerdo constantemente, a pesar que no sé si sea una certeza o si es mi imaginación. Al principio no podía escuchar música porque, de pronto, el instrumento más feliz me hacía llorar. Una tarola nunca sonó tan triste. Las verduras se cortan con cuchillos sin filo. La comida la sigo preparando yo, pero sabe más feo. Las plantas se secaron, pero hay rizos en las flores. En sus raíces. Todavía veo tus colores y huelo tus olores. Éramos felices y lo sabíamos. ¡Qué suerte tuvimos de saberlo! Nos quisimos y también lo supimos. Nos extrañamos tan duro que te moriste y yo tuve que aprender a conocer el mundo sin los cafés a las 2 de la mañana. Sin la libertad que me regalaste y que me quitaste cuando me soltaste la mano. Y ahora no hay cortina azul, ni malecón, ni Señorita, ni balcón que me haga sentir como antes. Ni llanto ni dolor ni tristeza ni preocupación. Ni fe. Ni claveles. Ni cielos celestes haciendo que pongas los ojos chinitos y pensar que seguro es por eso que te quiero tanto. Por afilar los cuchillos y calentar la comida en olla. Por bajar la tapa y no dejarme entrar al baño (a veces, aunque yo te quería acompañar). Manejar las ansias de no perderme ni un minuto de ti. Verte poniéndote las medias y pensar que jamás he visto cosa tan hermosa, tan perfecta para mí. Y pensar en qué he hecho bien para merecer tu mano entrelazándose con la mía. He hecho cosas malas, pero seguro varias buenas también. Entendías mis chistes, hasta los crueles (que no se repiten). Y de pronto, te moriste. Y no te puedo velar ni con lentejas porque ahora no saben igual. Ya no me acuerdo cómo se hacían, pero sigo tendiendo la cama. Es una buena forma de comenzar el día. ¿Cómo te trata el más allá? Intento pasar rápido para no verte como un fantasma por la que era nuestra casa. No quiero que me asustes, aunque ya sé que los fantasmas no existen. O eso creía. Ahora los fantasmas cantan y hacen ejercicio. ¿Se habrán olvidado que ya no están en el mismo lugar? ¿Sabes dónde estás? ¿No me habré muerto yo? Por esa necesidad que tengo de recordar las últimas veces, digo. Nuestro último beso, ¿cuándo fue? La última vez que lloré fue hoy y se sintió bastante real, no sé. El agua se siente fría y el kion ácido. El dolor de panza también, pero… De repente el fantasma soy yo. Y ahora puedo pasar más lento en la bicicleta porque soy transparente. De repente los dos nos volvimos fantasmas, aunque uses mi ropa. 

No hay comentarios: