martes, 21 de octubre de 2008

Ella

Pobrecita. Todos piensan igual, algo le ha pasado. Pobrecita, ella. ¿Qué tendrá? ¿Qué le ocurrirá? Está nerviosa. Está cansada. Está débil. Está sola. Por lo menos es eso lo que ella debe sentir. Sólo se gana la lástima de sus amigos y de sus seres cercanos. Lástima infame.

Llora por dentro y sonríe por fuera. La lluvia interminable no deja de hostigarla y ahogarla de a pocos. Pero ella tiene un problema. No quiere que esto se refleje en el espejo de la realidad que la golpea sin piedad. No quiere.

Se miente y se esconde. Se irrita y se hiere. Llora y no sabe la razón explícita de su dolor, mientras que fuera de su mundo no tiene lugar donde establecerse.

A base de Prozac y de lágrimas se construye su frágil mundo de ilusiones ficticias, que en cualquier momento puede desplomarse y llevarse consigo a otros, arrastrándolos con sus lamentos eventuales.

Se derrumban recuerdos, personas, alegrías y penas, dando lugar a un espectro frío de cemento que no tiene nada vivo dentro. Así son los derrumbes, y así se siente ella. Impotente y triste.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante escrito,
un poco triste, pero muy bueno.

Diana Neves Eguren dijo...

disculpa que cague tu muy buen post, pero como ya te dijimos hoy..
chupamela, no sentimos lastima por ti.