sábado, 28 de mayo de 2016

Soñando despierta

La ilusión se disfraza. Se convierte en amor, en deseo, en el destino de las cartas o en la peor de las suertes. Anda a tientas por el subconsciente hasta atinar a la forma correcta. Se transforma en lo que uno más anhela, o rechaza. La ilusión es cobarde, casi tanto como el portador. Mezcla síntomas médicos con dolores del corazón. Es culpable en primer grado de asesinato de ideales. La ilusión juega con nuestras mentes. Nos genera la grata sensación de tener la razón. De dominar las escenas y tenerlas bajo control. La ilusión es narcisista, porque sólo piensa en sí misma. Es ambivalente, cambiante y contradictoria. Encuentra caminos, desarma ciudades, reordena naciones enteras, convierte estrellas en agujeros negros.

Y mi ilusión tiene tu nombre.

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