sábado, 26 de abril de 2008

14/06/07 (2da Parte)

Hablando del rey de Roma, Joaquina hizo una pausa. Dejó la sala marrón y la música de pajaritos y fue a cenar con el grupo. Cada una tenía una tarjeta encima del vaso. Le tocó algo relativo a lo que estaba pensando: “Amor no es quedarse esperando, sino ir al encuentro del otro”. Raro, muy raro.

Ahora estamos en comunidad, como en Carmelitas. Joaquina esta pensando en varias cosas. Voltea y ve una guitarra. Ella extraña más que nada a su guitarra- Si hubiera sido por ella, paraba el tiempo y cogía la guitarra, tocaba y tocaba hasta que se cansara, pero no podía. También necesitaba la guitarra, tenía un nudo en la garganta que anhelaba soltar. Joaquina necesitaba un tiempo sola. Sola, para llorar un momento, como lo suele hacer cuando la melancolía la invade.

Fue con todo su salón a la capilla, a rezar. Hicieron una dinámica con un cirio. A Joaquina le gustó, porque era de colores. Cada una de sus amigas cogía el cirio y decía su “tiniebla” de hoy. Ella estaba nerviosa. Sabía que su tiniebla era notable. Todos sabían, pero, por alguna extraña razón, a medida que el cirio se acercaba, le temblaban más y más las manos. No sabía por qué, pero después de pensar mucho se dio cuenta y llegó a una posible conclusión. Ella le había dicho más de mil veces al inepto profesor que ella no quería ir al retiro. Se lo había dicho a el, al salón, se lo había dicho a su tutora y demás personas que venían a preguntarle si iba a ir o no. ¿Por qué entonces estaba tan nerviosa de decirlo una vez más? Fácil. Como dije, Joaquina les dijo a todos, o por lo menos les dio a entender, que no quería ir y que iba por obligación, o por lo menos eso creía, hasta darse cuenta que le faltaba una persona. Una muy importante, a la que la noticia no le había llegado. El ser supremo, el máximo: Dios. Y en ese mismo instante, cuando coja ese cirio, le iba a decir que no quería estar en ese retiro, le iba a decir que no quería estar allí, en ese lugar donde todo era para El. Por eso el nerviosismo.

Una vez dicho esto: “Mi tiniebla de hoy es estar aquí por obligación”, se dio cuenta de lo que pensaba. Ella creía que solo le hacía la vida imposible al inepto profesor, pero también le hacía daño a ese ser tan increíble que no podía ver, pero si sentir en todo su cuerpo. No estaba bien.

Después de lo del cirio cada una cogió una vela, la encendió y fue a su dormitorio. Ahora Joaquina yace en su cama con Alejandra Verne, su compañera de cuarto, y una luz a su costado. La misma luz que le hizo darse cuenta de muchas cosas. La misma que vio al principio y que probablemente sea eterna al final. De repente, solo por esa luz, olvidará por dos días su rencor hacia el inepto profesor y viva el retiro más a fondo. Más para ella.

Y pensar que todo se aclaró con una vela rosada encendida en su mesa de noche.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

oye, la sala marrón ♥ :3

hola joaqui :}

Anónimo dijo...

Tu fe es algo que se respeta, pero en vista de lo que pones en todo tu blog ¿no has pensado en intentar el nihilismo? Sentir que no hay nadie arriba de ti y poder pensar que eres la cima de toda la existencia como humana que eres se podría llamar sublime. Si lo intentas no abuses de esto, crearía un egocentrismo ilimitado.

Joaquina Maldonado dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joaquina Maldonado dijo...

Mi egocentrismo es completamente nulo. Si tengo algo más arriba que siento que está conmigo, no necesito pensar que soy la cima del mundo.

Igual muchas gracias por el comentario.