domingo, 18 de mayo de 2008

Hermana mayor

A veces las situaciones se vuelven de un gris extremo. A veces no se sabe que es lo correcto. A veces no se entiende el por qué de las cosas. Uno siempre espera lo mejor, pero lo mejor no es lo que abunda. Tendemos a fracasar una y otra vez, de eso se trata la vida. De caernos y de volvernos a levantar de forma constante.

A veces la mente infantil e inocente nos juega malas pasadas, creando un mundo que no existe, donde todo es diáfano y se puede restaurar lo malo tan solo con un reloj mágico para retroceder el tiempo y empezar todo de nuevo, con el pie derecho.

A veces el optimismo no es la mejor opción, porque los fracasos y la frustración suelen estar a la vuelta de la esquina. Cuando esto pasa, la tristeza invade y la impotencia es incontrolable.

A veces las alegrías están tan presentes, que la gente las comparte constantemente. Es más, a veces estas alegrías se convierten en máscaras para que la gente no vea la melancolía que uno guarda, que se esconde el lo más recóndito de su corazón. La “simple vista” nunca basta.

A veces encontramos a esa persona especial, a veces no la encontramos. A veces la encontramos, pero no es la indicada. A veces lloramos por esa persona. Y así son los juegos del alma, a veces gustan, a veces no.

Para todos los “a veces” que me pueda imaginar, los divertidos, los aburridos, los tristes, estás tú. Siempre a mi lado, incondicionalmente. Reconoces mis máscaras con una facilidad impresionante, que de veras admiro. Escuchas mis silencios y los interpretas siempre como lo que son, un conjunto de palabras atracadas y desordenadas. Me ayudas a organizarlas y a encontrar conclusiones, en las cuales las lágrimas no tengan mucho, o nada, que ver.

No sé como hacer para retribuir todo lo que haces por mí. Nos conocemos hace tan poco tiempo, pero parece una eternidad. Podemos registrar lo que nos pasa con tan solo un par de miradas, y todo está claro. Somos tan diferentes y tan similares paralelamente, que a veces me asusta como nos podemos llevar tan bien y conocer tanto. Eres como la hermana que tuve alguna vez, y que me gustaría seguir teniendo, pero son cosas de la vida en las cuales yo no estoy involucrada. No sabes la felicidad que se regocija en mi cuando lloro y me das un abrazo o cuando me río y me pegas (infeliz). Haces tanto por mí y yo no sé como pagártelo.

Lo único que te puedo decir es que en poquísimo tiempo has logrado estar muy presente en mi vida, y me has ayudado en tantas cosas, ya sea con un sublime o un abrazo en el momento indicado. No te imaginas lo importante que eres para mí y la increíble persona que eres. Mi suerte es infinita, ya no quedan muchas como tu. Te adoro, no sabes cuanto. Te he aprendido a querer como eres, jodidísima, pero incondicional.

Gracias por todo, Andrea Llinás.

No hay comentarios: