martes, 10 de junio de 2008

Cosas que se le ocurren a uno cuando no sabe qué escribir: La Gran Historia de Berenjena

Algo difícil de explicar es la sensación de querer escribir, pero no saber cómo empezar. Quizás la agonía misteriosa de los sueños que hablan, porque mis sueños siempre me relatan algo nuevo. A veces sueño que sueño, sueño que llamo, sueño que se desmoronan mis dientes y me levanto sudando frío. Todos sabemos que cuando sueñas eso, significa que alguien va a morir. Espero que sólo sea una teoría. En fin, creo que ahora me inventaré un cuento. Y dice así:

Érase una vez un gato malvado. Tan, pero tan malvado, que ni su mamá lo quería. Se llamaba Pelusa (nombre vergonzoso), pero en el barrio lo conocían como Berenjena, porque le gustaban mucho las berenjenas. Los amigos cercanos podían llamarle Bere. En realidad, no era gato, sino gata, porque no tenía pichulín, pero eso sólo lo sabían unos pocos.

Bere vivía en un local de barranco. Este local era tan recóndito, que ni recuerdo su nombre. Apuesto a que Bere tampoco. En conclusión, Bere sólo transitaba y pernoctaba unos cuantos días a la semana en ese lugar, ya que poseía una vida totalmente nómada, andaba de errante por toda la ciudad, buscando comida y quizás algunos cuantos amiguitos mininos para tomarse unos sorbos de cerveza rancia desperdiciada por los locales de barranco. Nadie se metía con ella, por su fama de concreta maldad. Cuando ella pasaba, los otros gatos se habrían paso. Nunca había necesitado de nada ni de nadie, siempre había obtenido lo que deseaba. Bere se había convertido en una leyenda urbana.

Una tarde, una infernal tarde, la suerte de Bere cambió. Era tan, pero tan mala, que los otros gatos ya no querían ni juerguear con ella. Bere se quedó sola en el distinguido barranco, llegando al punto de meditar por qué barranco se llamaba de esa manera, si en realidad no tenía ningún barranco por el cual pudiera deslizarse (o por lo menos, Bere aún no lo había encontrado). Fue entonces cuando decidió buscar nuevos horizontes, liberarse de la fama que se había ganado y ser una buena persona (o mejor dicho, una buena gata) en otro lugar, teniendo la oportunidad de empezar de nuevo.

Y fue así cuando anduvo vagabunda por las calles de Lima la gris, buscando un nuevo lugar en el cual imponerse (en el buen sentido de la palabra, cabe resaltar). Subió de carro en carro, de micro en micro, hasta que llegó a una avenida muy transitada: Universitaria.

Después del largo camino que había cruzado desde Barranco hasta La Marina, Bere había adelgazado mucho. La falta de juergas le habían cambiado el humor, la falta de atención le había alterado la mente. No soportaba más estar sin un lugar adecuado. Necesitaba encontrarlo en ese instante.

En eso, voltea y la ve. La Pontificia Universidad Católica del Perú, la misma que había estado soñando, justo en sus narices. Con toda el entusiasmo acumulado, se apresuró a entrar de forma sigilosa, porque no tenía carné. Logró escabullirse sin que la notaran, y corrió y corrió hasta que se encontró en un jardín, que en realidad estaba muy amarillo y pajoso. Tenía mucho hambre y frío. En ese momento fue cuando me encontré con ella. Cuchita, le dije, ¿de dónde saliste?. Me respondió con un par de maullidos y luego se apresuró a acomodarse en mi regazo.

Bere comenzó una nueva vida, luego de relatarnos todo su recorrido. Fue como un “Buscando a Nemo”, sólo que sin Nemo y en vez de un pez payaso, un gato, que en realidad era gata, porque no tenía pichulín.

Así acaba la historia de Berenjena, y también comienza la de su nueva vida. Esperemos que le vaya bien, aunque parece que le gusta ser la engreída del pastito.

Fin.

Lo que a uno se le ocurre cuando no sabe cómo empezar.

1 comentario:

Mariana dijo...

Joaaqui! has escrito sobre Bere!. el viernes la vi y dije aay que lindo gatito (misma la de acme) y Bere buitreó el atún que se acababa de comer. (humor gris). luego me dio risa. jaja. Igual tu historia tiene ese sentido del humor muy a lo joaquina maldonado :) (y)