domingo, 29 de junio de 2008

Carta II


Querido Papa Noel,

¿Cómo has estado? Sé que aún falta mucho para navidad, pero quería mandarte mi lista desde antes, como para comprometerme a ser buena por el resto del año. Además, el año pasado te pedí el carro de la Barbie y no me lo trajiste. Quizás estuviste muy ocupado, por eso ahora te mando mi carta con anticipación.

Me he estado portando bien. Ya no corto mis polos ni pinto las paredes con crayolas. Es más, mi mamá dice que estoy más bonita, porque estoy comiendo todos los vegetales. Aunque, si pudiera pedir un deseo, sería que estos desaparezcan de la faz de la tierra. De veras, ¿quién los necesita? Son horribles y saben a poto. Bueno, en fin, por lo menos te vuelven bonita, así me dijo mi mamá.

Ahora hago todas mis tareas y ya no ensucio mis vestidos con jugo de naranja, porque ahora lo tomo con más calma. Ya no se chorrea. El ratón de los dientes me regaló cinco soles. Es más, yo lo vi. Quiero un ratón de los dientes por navidad, para que me de plata siempre, por favor. Como sé que está vivo, sólo te voy a pedir eso, nada más.

Bueno, espero que mi carta te haya alegrado un poco el día. Debe ser agotador preparar la navidad cada año. Si yo me canso con sólo portarme bien, ¡imagínate tú! Ojalá que la navidad salga igual de linda este año. Un beso,

Margarita

sábado, 28 de junio de 2008

Finales

Culmina un ciclo y comienza algo nuevo. Ambos con “C”, aunque esta no es la única similitud entre estas dos palabras. Suena extraño, pero siento que aquí está terminando el inicio de lo que me espera por cinco años, por lo menos.

Los finales son letales (un verso sin esfuerzo), sin embargo te ayudan a entender que no todo en esta vida es tan simple. Ya no basta con leer una vez, o con hacer “Ave María, dame puntería” y marcar lo que sea. Ya no más. Ahora es completamente distinto.

No sé por qué estoy escribiendo esto, será porque tenía que desahogarme de algún modo. No tengo a nadie a quien decírselo en este momento. Afortunadamente, mañana vienen mis amigas a estudiar conmigo. Esto hace más grato el delirio, que será delirio en masa.

Ahora voy a dormir. Siento que he regresado en el tiempo. Como cuando era niña, que tenía un diario donde apuntaba todo lo que sentía. Acabo de escribir lo que siento. Quizás lo haga un poco más seguido.

Por ahora, a estudiar.

jueves, 19 de junio de 2008

Carta

Querida Maria del Carmen,

Espero que entre todo el ajetreo te encuentres bien. Creí necesario escribirte esta carta para explicarte el por qué de lo que pasó. No me odies, por favor, si de veras te importé, termina de leer esta carta. Sólo si me quieres en serio, si no quieres leerla, también comprenderé.
Hay tantas cosas que tengo que decirte. Tantas cosas que tuve que contarte antes que todo esto pasara. Tienes 14 años, ya eres toda una señorita, así que considero apropiado hablar ahora sobre temas de grandes. Temas que, en su momento, fueron evitados por mí y por tu madre, pero que, sin embargo, tengo que citar y aclarar.
Sé que tienes cierto recelo contra mí, por haberlos “abandonado”. Pero no lo hice. En ningún momento me olvidé de ustedes. Estoy seguro de que piensas que no estoy diciendo la verdad, pero no ha habido cosa más importante en mi vida que mi familia. Me alejé de ustedes por una serie de problemas, que de todas maneras voy a mencionarte.
Desde la muerte de tu abuelo, cuando yo tenía 15 años, entré en un proceso de depresión incontrolable, donde pensé no encontrar ninguna salida. Digo pensé, porque al fin y al cabo encontré una clase de salida que no me otorgó ningún beneficio: las drogas. Esas mismas de las que te hablan en la escuela, esas a las que nunca deberías acercarte. Desde los 15 años no he podido dejarlas, hasta ahora o, bueno, hasta donde todo llegó. Esa fue una de las razones por las cuales dejé la casa. No quería ser un mal ejemplo para ustedes.
Tu madre y yo teníamos ciertos tipos de enfrentamientos por dinero. No digo que tu madre sea mala, ya que no me refutaba nada. Era yo el afligido. Tu madre es una de las personas más buenas que han pisado este mundo, ya no hay muchas como ella. Tienes mucha suerte de tenerla contigo, y yo soy un desdichado por haberla perdido. Cosas que pasan en la vida.
En conclusión, Marita, tuve que irme de la casa, porque mi adicción a las drogas empezó a crearme problemas con tu madre y con ustedes. Vivíamos en una situación precaria, no teníamos a veces ni para comer. Es por eso que tomé la decisión más difícil de toda mi vida: irme, pero por ustedes. Por su bien.
Desde que los dejé no pude parar de evocarlos en mi mente. Estaban tan presentes, que lo primero que decidí hacer luego de mi partida fue trabajar día y noche para que ustedes tuvieran lo mejor, y sólo lo mejor. Trabajé de mozo en el día y de vigilante por las noches. Es por eso que se cambiaron a un mejor colegio y tenían mejores cosas, gracias a lo que le enviaba a tu mamá y de lo que ella también trabajaba. El momento más cargado era cuando dormía, porque eran ustedes lo único que pasaba por mis sueños. Fueron días arduos, mucho más cuando tomé la decisión que tomé luego.
Al no poder dejar mi adicción y ser despedido de ambos empleos, no encontraba más una excusa para seguir viviendo. Ustedes eran todo lo que tenía, y lo había perdido. Por eso tomé esta fatal decisión, no por hacerles daño, sino por terminar de golpe con varias dificultades. Por favor, no me odies, sé que debes estar triste por todo, no te culpo. No tienes la culpa de nada. Ahora, que ya no estoy, eres tú la encargada de cuidar a tu madre y tus hermanos, porque eres la mayor y confío en ti. Te amo, te amé toda mi vida y te seguiré amando donde quiera que esté en este momento. Espero que algún día podamos encontrarnos donde debo estar, donde los días son eternos y los minutos no existen, ni la maldad, ni los problemas. No te olvides de mí, por favor, que aunque ya no esté más no me voy a olvidar de ti.

Te ama y te seguirá amando siempre,

Tu papá

miércoles, 11 de junio de 2008

Los sollozos que no bastan


La niña se sienta sobre la cama. Observa la alfombra y luego las cortinas, que ondean al ritmo del viento. Mueve los dedos de sus pies, esperando un milagro. Cierra los ojos fuertemente y vuelve a abrirlos, deseando haber despertado de una vez por todas de un sueño que parece tornarse infinito.

Derrama una lágrima furtiva, que empieza a deslizarse sobre su vientre. Ahora son dos, cuatro, nueve. La niña no puede detener su llanto intimidado. Se mira las piernas, con cierta vergüenza, y se echa nuevamente sobre la cama, en posición fetal.

Su mente se explaya y con ella su cuerpo, que parece que volara. Aunque de veras desea salir corriendo de ese horrible lugar, no se inmuta a hacerlo. Por más asustada y sorprendida que esté, siente que sus extremidades no obedecen sus órdenes cerebrales, las cuales gritan cada vez más alto, sumidas en un silencio sepulcral.

Sigue la niña con su llanto cansado y suspiros fortuitos. Decide ahora obligarse a sí misma a hacer un esfuerzo sobrehumano y a sentarse nuevamente. Se siente débil y con escalofríos. Mira ahora sus manos, teñidas de ese temido líquido escarlata, más brillante que nunca, opacado tan sólo por las lágrimas, que aún persisten en caer.

Hecha un último vistazo a su alrededor, espacio de tragedia. La niña se levanta con dificultad y se viste. Camina hacia la puerta, viendo antes al ser espantoso que yace todavía dormido sobre la cama, con una sonrisa macabra marcada en los labios. Atraviesa, la niña, la puerta, intentando dejar todo espectáculo atrás. Por supuesto, aún no para de sollozar. No lo hará en mucho tiempo.

martes, 10 de junio de 2008

Cosas que se le ocurren a uno cuando no sabe qué escribir: La Gran Historia de Berenjena

Algo difícil de explicar es la sensación de querer escribir, pero no saber cómo empezar. Quizás la agonía misteriosa de los sueños que hablan, porque mis sueños siempre me relatan algo nuevo. A veces sueño que sueño, sueño que llamo, sueño que se desmoronan mis dientes y me levanto sudando frío. Todos sabemos que cuando sueñas eso, significa que alguien va a morir. Espero que sólo sea una teoría. En fin, creo que ahora me inventaré un cuento. Y dice así:

Érase una vez un gato malvado. Tan, pero tan malvado, que ni su mamá lo quería. Se llamaba Pelusa (nombre vergonzoso), pero en el barrio lo conocían como Berenjena, porque le gustaban mucho las berenjenas. Los amigos cercanos podían llamarle Bere. En realidad, no era gato, sino gata, porque no tenía pichulín, pero eso sólo lo sabían unos pocos.

Bere vivía en un local de barranco. Este local era tan recóndito, que ni recuerdo su nombre. Apuesto a que Bere tampoco. En conclusión, Bere sólo transitaba y pernoctaba unos cuantos días a la semana en ese lugar, ya que poseía una vida totalmente nómada, andaba de errante por toda la ciudad, buscando comida y quizás algunos cuantos amiguitos mininos para tomarse unos sorbos de cerveza rancia desperdiciada por los locales de barranco. Nadie se metía con ella, por su fama de concreta maldad. Cuando ella pasaba, los otros gatos se habrían paso. Nunca había necesitado de nada ni de nadie, siempre había obtenido lo que deseaba. Bere se había convertido en una leyenda urbana.

Una tarde, una infernal tarde, la suerte de Bere cambió. Era tan, pero tan mala, que los otros gatos ya no querían ni juerguear con ella. Bere se quedó sola en el distinguido barranco, llegando al punto de meditar por qué barranco se llamaba de esa manera, si en realidad no tenía ningún barranco por el cual pudiera deslizarse (o por lo menos, Bere aún no lo había encontrado). Fue entonces cuando decidió buscar nuevos horizontes, liberarse de la fama que se había ganado y ser una buena persona (o mejor dicho, una buena gata) en otro lugar, teniendo la oportunidad de empezar de nuevo.

Y fue así cuando anduvo vagabunda por las calles de Lima la gris, buscando un nuevo lugar en el cual imponerse (en el buen sentido de la palabra, cabe resaltar). Subió de carro en carro, de micro en micro, hasta que llegó a una avenida muy transitada: Universitaria.

Después del largo camino que había cruzado desde Barranco hasta La Marina, Bere había adelgazado mucho. La falta de juergas le habían cambiado el humor, la falta de atención le había alterado la mente. No soportaba más estar sin un lugar adecuado. Necesitaba encontrarlo en ese instante.

En eso, voltea y la ve. La Pontificia Universidad Católica del Perú, la misma que había estado soñando, justo en sus narices. Con toda el entusiasmo acumulado, se apresuró a entrar de forma sigilosa, porque no tenía carné. Logró escabullirse sin que la notaran, y corrió y corrió hasta que se encontró en un jardín, que en realidad estaba muy amarillo y pajoso. Tenía mucha hambre y frío. En ese momento fue cuando me encontré con ella. Cuchita, le dije, ¿de dónde saliste?. Me respondió con un par de maullidos y luego se apresuró a acomodarse en mi regazo.

Bere comenzó una nueva vida, luego de relatarnos todo su recorrido. Fue como un “Buscando a Nemo”, sólo que sin Nemo y en vez de un pez payaso, un gato, que en realidad era gata, porque no tenía pichulín.

Así acaba la historia de Berenjena, y también comienza la de su nueva vida. Esperemos que le vaya bien, aunque parece que le gusta ser la engreída del pastito.

Fin.

Lo que a uno se le ocurre cuando no sabe cómo empezar.

Cosas que se le ocurren a uno cuando no sabe qué escribir: La Gran Historia de Berenjena

Algo difícil de explicar es la sensación de querer escribir, pero no saber cómo empezar. Quizás la agonía misteriosa de los sueños que hablan, porque mis sueños siempre me relatan algo nuevo. A veces sueño que sueño, sueño que llamo, sueño que se desmoronan mis dientes y me levanto sudando frío. Todos sabemos que cuando sueñas eso, significa que alguien va a morir. Espero que sólo sea una teoría. En fin, creo que ahora me inventaré un cuento. Y dice así:

Érase una vez un gato malvado. Tan, pero tan malvado, que ni su mamá lo quería. Se llamaba Pelusa (nombre vergonzoso), pero en el barrio lo conocían como Berenjena, porque le gustaban mucho las berenjenas. Los amigos cercanos podían llamarle Bere. En realidad, no era gato, sino gata, porque no tenía pichulín, pero eso sólo lo sabían unos pocos.

Bere vivía en un local de barranco. Este local era tan recóndito, que ni recuerdo su nombre. Apuesto a que Bere tampoco. En conclusión, Bere sólo transitaba y pernoctaba unos cuantos días a la semana en ese lugar, ya que poseía una vida totalmente nómada, andaba de errante por toda la ciudad, buscando comida y quizás algunos cuantos amiguitos mininos para tomarse unos sorbos de cerveza rancia desperdiciada por los locales de barranco. Nadie se metía con ella, por su fama de concreta maldad. Cuando ella pasaba, los otros gatos se habrían paso. Nunca había necesitado de nada ni de nadie, siempre había obtenido lo que deseaba. Bere se había convertido en una leyenda urbana.

Una tarde, una infernal tarde, la suerte de Bere cambió. Era tan, pero tan mala, que los otros gatos ya no querían ni juerguear con ella. Bere se quedó sola en el distinguido barranco, llegando al punto de meditar por qué barranco se llamaba de esa manera, si en realidad no tenía ningún barranco por el cual pudiera deslizarse (o por lo menos, Bere aún no lo había encontrado). Fue entonces cuando decidió buscar nuevos horizontes, liberarse de la fama que se había ganado y ser una buena persona (o mejor dicho, una buena gata) en otro lugar, teniendo la oportunidad de empezar de nuevo.

Y fue así cuando anduvo vagabunda por las calles de Lima la gris, buscando un nuevo lugar en el cual imponerse (en el buen sentido de la palabra, cabe resaltar). Subió de carro en carro, de micro en micro, hasta que llegó a una avenida muy transitada: Universitaria.

Después del largo camino que había cruzado desde Barranco hasta La Marina, Bere había adelgazado mucho. La falta de juergas le habían cambiado el humor, la falta de atención le había alterado la mente. No soportaba más estar sin un lugar adecuado. Necesitaba encontrarlo en ese instante.

En eso, voltea y la ve. La Pontificia Universidad Católica del Perú, la misma que había estado soñando, justo en sus narices. Con toda el entusiasmo acumulado, se apresuró a entrar de forma sigilosa, porque no tenía carné. Logró escabullirse sin que la notaran, y corrió y corrió hasta que se encontró en un jardín, que en realidad estaba muy amarillo y pajoso. Tenía mucho hambre y frío. En ese momento fue cuando me encontré con ella. Cuchita, le dije, ¿de dónde saliste?. Me respondió con un par de maullidos y luego se apresuró a acomodarse en mi regazo.

Bere comenzó una nueva vida, luego de relatarnos todo su recorrido. Fue como un “Buscando a Nemo”, sólo que sin Nemo y en vez de un pez payaso, un gato, que en realidad era gata, porque no tenía pichulín.

Así acaba la historia de Berenjena, y también comienza la de su nueva vida. Esperemos que le vaya bien, aunque parece que le gusta ser la engreída del pastito.

Fin.

Lo que a uno se le ocurre cuando no sabe cómo empezar.

lunes, 9 de junio de 2008

A Mariana

¿Por qué lloras, princesa?
Estás triste y se siente
De tus sueños estás presa
Aunque calles, inerte

¿Por qué lloras, princesa?
Si lo vales todo y el nada
Esta pena no es lo que era
Aún no te vayas espantada

¿Por qué lloras, princesa?
Sabes que todo lo diste
Hiciste una gran proeza
Y aún así sientes que perdiste

¿Por qué lloras, princesa?
No derrames una lágrima más
Tu sabes que no vale la pena
Y cualquier excusa está demás

¿Por qué lloras, princesa?
Si este asunto no termina
El cuento recién comienza
Pero este capítulo aquí culmina

No sé si de algo sirva
Pero vales como ninguna
Y si el no se dio cuenta
¡Entiende! No es culpa tuya

Ya no llores, ya no sirve
Ahora empieza lo más delicado
A olvidar, ya no herirte
A pararse y seguir caminando

domingo, 8 de junio de 2008

Aunque no estás - Alejandro Filio

Desperté y el silencio supo a ti
y al abrir la ventana supe más
supe que la mañana se podía recortar
para enviarla en un sobre a donde sueles despertar
qué maneras extrañas tengo para recordar.
Desperté y respirando comprendí
que detrás de un milagro vienes tú
hace tantos inviernos que no puedo rescatar
al adiós que en el tiempo nos partió por la mitad
tú del brazo el viento y yo mirándote volar.
Qué maravilla es poder sentirte aunque no estás
siempre supe que en el viento te podías quedar.
Las historias hermosas son así
nos prometen de lejos ser verdad
le pedimos al tiempo que les traiga por acá
y al final en un sueño suelen ser casualidad
a la vuelta del corazón volvemos a empezar.
Como nube la dicha nos llovió
sin saber hasta donde caminar
y a tu mundo pequeño le inventaba una canción
delicada y perfecta como alma de caracol
tú dormiste y la luz después del día nos cegó.

Nada nuevo, cosas que pasan

¿Cómo hacer cuando no se sabe qué hacer? Sarcástica pregunta, pero es una situación comprensible. Siempre que sucede que te esfuerzas por algo, que de veras quieres salir adelante, aparece un hueco tan grande, que la dificultad se eleva a la máxima potencia.
Que frustración es sentir que no puedes más, que horrible es querer darse por vencido. Es una de las sensaciones que me disgusta más, sin embargo está tan presente en mi vida, que me complica de veras en el paso de los días. Verte y no quererte, sentirte ineficiente y, al fin y al cabo, la autoestima se limita a hacer acto de presencia. Maldita autoestima.
Sentirse vacía, cuando parece ser que estás llena de vida. La maravilla de la actuación me facilita las cosas. Es más fácil, o, por lo menos, menos difícil, hacer pretender a la gente que todo está bien, que no existe ningún problema. Que el alrededor te abrume sería solo un factor más para juzgarse peor. La lástima sólo empeora las cosas. Es preferible ser “feliz” y oidos sordos. Nada está pasando. Todo está bien.
Y ahora, no hay más que hacer. Sólo queda esperar y ver que cambia. Ojalá algo cambie, porque siento que de mí ya nada depende. Si ya lo di todo, no puedo dar más. A nadie le gusta sentir esta degradante sensación, sin embargo no puedo quitármela de la mente.
Simplemente, ya no puedo.

lunes, 2 de junio de 2008

Poema I


Cuando te miro, me pierdo
Cuando te abrazo, te siento
Cuando te escucho, me muero
Cuando no estás desfallezco

Cómo quisiera que todo se aclare
Y crear en tu mente un efecto invernadero,
Que evapore todas las dudas de tu cabeza,
Y desaparecer contigo en un sueño

Sólo por ti, sólo el primero
Me das un beso y siento que vuelo
Y en cuanto más lo pienso
Más noto que desfallezco

Siento que todo puedo
Aunque dolería perderte
Y si pasa, sólo te diría
Te quiero, aunque no pueda verte.

Que más da, aún no se sabe
Aún queda un largo camino
Pero hablando en presente
Sólo muero por verte.

domingo, 1 de junio de 2008

Cuando empiezas

Cuando piensas pertinente hacer cosas que nunca has hecho en tu vida es cuando empiezas un nuevo camino y se abren nuevas puertas a lo desconocido. Se tiene la potestad de sentirse feliz, de creerse invencible. Cuando te sientes así, el tiempo pasa más rápido y las cosas giran a tu alrededor sin que te percates de eso. Uno está encerrado en su burbuja de fantasías y alegrías verosímiles que sólo suceden de forma aleatoria, cuando uno menos se lo espera, pero una vez que esos momentos se acaban es cuando el vacío interior te consume lentamente.

A veces los cuentos de hadas se acaban sin siquiera haber comenzado.