martes, 5 de febrero de 2008

Trabalenguas

¿Cómo hago para decirte lo que tenía que decirte hace tiempo? Lo que tuve que decirte, eso que quise, que de veras quise, pero nunca me atreví a decir. Cuando estuve cerca, casi lo hice, sin embargo me arrepentí en el último instante.

Ahora que todo ya paso, ahora que lo observo todo de otra perspectiva, ahora que ha pasado el tiempo suficiente, me pregunto por qué no hable en el momento que tenía que hacerlo. Todo hubiera sido diferente, quizás estaríamos juntos ahora, abrazados, queriéndonos para siempre.

No hubiera sido fácil, eso es completamente indudable. Tantas veces que estuve a punto de hacerlo, pero retrocedí. Mierda, por qué siempre tiendo a retroceder, aunque se que para cualquiera también hubiera sido difícil. Cuando lo planeas, cuando lo crees preciso, cuando ya es el momento indicado, las manos sudan, las piernas, tiemblan, el corazón late a mil por hora y, entre tanta tensión, se toma el camino fácil. Ese que todo el mundo toma por salir del apuro, ese al que llaman “cambiar de tema”.

Quizás no soy yo, porque te lo dije, mas no directamente. Te lo dije una y mil veces, solo que no te percataste de eso. Quizás fui muy sutil, quizás no quisiste escucharme. Te hiciste el de oídos sordos, pero yo te lo dije. Ese es el problema de los hombres, no saben leer entre líneas.

Ahora que la historia se repite, se repitió y, probablemente, se repetirá, ya no se lo que tengo que hacer. Pienso y pienso, pero no encuentro una respuesta. Todos saben, pero nadie dice nada. Tú lo sabes, no dices nada. No tienes nada que perder y, para mi, se perdería todo. Que chistoso.

Todo por culpa de ese tormento de no decirlo. Por no decirlo a su tiempo, perdí la oportunidad de hacerlo para siempre. No se va a volver a dar la misma oportunidad, aunque tampoco la quiero. Ya no la necesito, después de todo, felizmente que no te lo dije, pero a ti, a ti si te lo quiero decir. A ti te lo voy a decir. Espérame.

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